El 3 de setiembre de 1989 se disputa, en el Estadio Maracaná, un juego decisivo entre Brasil y Chile para la clasificación al Mundial Italia 90. El portero chileno, Roberto el Cóndor Rojas, simula un corte sobre su ceja, presuntamente producto de una bombeta tirada al terreno de juego por los hinchas locales. El partido fue suspendido cuando Brasil ganaba 1-0.
Días después, una investigación reveló que el Cóndor se había autoinfligido la herida con una navajilla, para abortar el partido y forzar un nuevo encuentro en cancha neutral. Una de las páginas más bochornosas en la historia del fútbol chileno. El partido le fue adjudicado a Brasil (con lo cual Chile quedaba eliminado), la selección andina fue castigada con la prohibición de participar en la justa de 1994, y el Cóndor marginado a perpetuidad del fútbol (en 2000 se le concedió una amnistía).
El “condorazo” (expresión con la que llegó a designarse, en Chile, cualquier impostura de bulto) también le acarreó sanciones severas al director técnico, Orlando Aravena, al médico del equipo y a notorios dirigentes del fútbol chileno.
Pero lo más insólito fue esto: la responsable del triquitraque, una brasileña llamada Rosenery Nello Do Nascimento, confesó su travesura, y el gesto la catapultó de inmediato a la fama. ¿A cuál fama? Pues a la “fama” que representa figurar en la cover page de la revista Playboy … ¡tan solo dos meses después de su épica faena!
Con el nombre de La chica incendiaria, la dama de marras pasó a constituirse, como por ensalmo, en un ícono sexual, gracias a la gracejada consistente en tirar una bombeta al terreno de juego, algún encanto físico, y el providencial apoyo de Hugh Hefner.
Luego… Pues pasó lo de siempre. Dilapidó su fortuna, se dedicó a las drogas, y murió en la miseria, en 2011. ¿Por qué cuento todo esto? Porque mi deber en este periódico, amigos y amigas, no es únicamente proponer un elogio del fútbol, sino revelar, también, todo lo que en él es alcantarilla, los focos de inmundicia que genera, la inconcebible absurdidad y desmesura de los fenómenos que desata. Así que aun desde las graderías, puede un espectador “afortunado” aspirar a sus diez minutos de gloria como símbolo sexual. Ese día, 3 de setiembre de 1989, “ a star was born ”.