Alguien podría pensar que es una falta de respeto referirme al señor presidente de la República, don Luis Guillermo Solís Rivera, simplemente como Luis Guillermo.
En realidad, menciono al conocedor de fútbol con quien el suscrito tuvo el privilegio de compartir en el espacio radiofónico Oro y Grana, de Miguel Cortés, en los tiempos en los que él era libre —y documentado, eso sí— y, al menos en las encuestas, estaba lejos, ¡lejísimos! de ocupar la presidencia de la República.
Resulta que el domingo pasado, entre decenas de aficionados, Solís asistió con sus hijos al último partido del equipo de sus simpatías, la Universidad de Costa Rica, frente al Uruguay de Coronado en el estadio Ecológico, en Mercedes de Montes de Oca.
Al final, cuando lo entrevistó la televisión, fluido y versado en fútbol, analizó con propiedad el 0 a 0 entre celestes y aurinegros.
Satisface observar al presidente de la República en su día libre, disfrutando desde la grada lo que tanto le gusta, sin poses ni populismos. Me recordó al expresidente Mario Echandi Jiménez (1958-1962), quien se sentaba al borde de la gramilla en el Estadio Nacional, al lado de periodistas y narradores como Jorge Pastor Durán, en los encuentros del Deportivo Saprissa, su equipo.
Ciertamente, los tiempos cambiaron radicalmente en Costa Rica y ya no es tan fácil ni aconsejable que las figuras públicas se paseen a sus anchas por cualquier lado.
Mas, pese a esta nueva realidad, estoy seguro de que no había francotiradores apostados en las copas de los árboles, con el dedo a un clic del gatillo, protegiendo al mandatario; quizás, un par de guardaespaldas por ahí, viendo el partido, también.
A propósito, recuerdo a un destacado y valiente periodista, quien había escrito al final de los años 80 reveladores reportajes que tocaban intereses muy poderosos, por lo que el diario optó por asignarle un guardaespaldas.
Sin embargo, acostumbrado a la tranquilidad con la que vivíamos en esa época, él mismo se le escabullía a su centinela, tanto que con cierta frecuencia el guardaespaldas se aparecía por la sala de redacción preguntando: “Majes, ¿por casualidad no han visto a Memo?”.