En cuestión de tres años, a 44 colegios del país (7% del total) se les salió de las manos el control de la deserción estudiantil.
No solo fueron incapaces de contener la fuga de 2.045 alumnos que dejaron sus salones de clases en 2011, sino que duplicaron esa cifra hasta alcanzar los 4.400 jóvenes el año pasado.
Estos muchachos representaron el 13% de todos los desertores que la educación secundaria expulsó durante 2013 (33.000).
En sus colegios, la media de deserción de ese año fue de 20%, el doble de la nacional.
El deterioro de las cifras en estas 44 instituciones lo evidencia un estudio hecho por La Nación a partir de los datos de matrícula y deserción de los 643 colegios públicos que existían en 2011.
Por regionales. La creciente deserción se concentra en 18 de las 27 direcciones regionales del Ministerio de Educación Pública (MEP), pero el foco principal está en las de Puntarenas y Liberia.
En casi una quinta parte de sus centros educativos, la deserción no paró de subir (3 y 4 colegios, respectivamente).
También encabezan esa lista las regionales de Santa Cruz, la zona norte y Limón, donde más de una décima parte de sus centros presenta el problema.
En Limón, precisamente, está la institución donde más empeoró la deserción: el Liceo Rodrigo Solano Quirós, en Siquirres.
Allí, el 31% de los estudiantes (158) renunció a los libros el año pasado. En 2011, la cifra fue de 7% (30 muchachos).
Al dejar inconcluso el colegio, cada uno de los desertores está sentenciado a ganar un salario hasta un 20% menor por el resto de su vida, según advierte un estudio realizado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).
La condena, remacha sobre la realidad en las zonas costeras y limítrofes, donde tradicionalmente es bajo el desarrollo, comenta Dagoberto Murillo, investigador del Programa Estado de la Educación.
Esas regiones también sufren mayores brechas en el acceso a tecnología y en la oferta educativa.
“En San Carlos, por ejemplo, nos contaron que la transición de escuelas unidocentes a colegios grandes es impactante. Los muchachos pasan de tener una sola maestra chineadora a ese montón de docentes que a veces ni saben su nombre”, relata Murillo.
Atención individual. Las causas de la creciente deserción varían radicalmente de un centro educativo a otro, dependiendo de factores como su ubicación geográfica y de si el colegio es diurno o nocturno.
Por ejemplo, en el Alfredo González Flores, de Heredia, sus docentes achacan el alto abandono al desinterés de los alumnos y la inseguridad en los alrededores del liceo.
Mientras tanto, en el diurno Rodrigo Solano, ven la pobreza y la falta de empleo como los mayores detonantes.
Otros factores que propician el abandono son los embarazos adolescentes y la falta de transporte para quienes viven lejos.
Por ello, reducir la deserción obliga al sistema educativo a diseñar estrategias específicas para cada institución, señala el IV Informe Estado de la Educación . Incluso debería ofrecerse un seguimiento más dinámico para quienes cursan el sétimo y décimo años, niveles en los cuales los jóvenes están más propensos a dejar el colegio.
“Para caminar hacia adelante, necesitamos trajes a la medida, lo cual implica repensar toda la información y organización del sistema educativo”, explicó Isabel Román, coordinadora del Programa Estado de la Educación.
Sin embargo, la falta de datos sobre los desertores y de un sistema de monitoreo entorpecen los esfuerzos por dar esta atención
Además, según Leonardo Garnier, exministro de Educación, se requieren más cambios en la cultura de trabajo de ese Ministerio.
“No funcionamos todavía a base de liderazgo y el control no genera mucha calidad”, advierte.