El 30% de los ecosistemas terrestres del país está en peligro de perder su funcionalidad, por lo que dejarían de brindar servicios ambientales, como la protección de fuentes de agua, polinización de cultivos y regulación de temperatura, entre otros.
Lo anterior se concluye tras un análisis de riesgo realizado a 42 unidades ecológicas, que fue divulgado ayer en el marco del IV Congreso Mesoamericano de Áreas Protegidas .
Para ello, los investigadores del Centro Agronómico Tropical y de Enseñanza (Catie) observaron el impacto sufrido por estas unidades ecológicas –cada una corresponde a un ecosistema terrestre como bosque o humedal–, entre 1960 y el 2010.
Así descubrieron que la mayoría de los ecosistemas se ubica en las llanuras de Guatuso, San Carlos y Tortuguero, ya que son bosques que dependen del agua y posiblemente han sufrido drenaje.
Otros que se encuentran en peligro son los bosques del Valle de El General, porque fueron transformados para dar paso al cultivo de la palma africana.
A estos se suman los bosques del golfo Dulce y los ubicados en las tierras altas de la península de Osa.
“La mayoría está fuera de áreas protegidas, a excepción de golfo Dulce y Osa, que sí tienen protección. Esto quiere decir que el país tiene que hacer un esfuerzo por conservar esos ecosistemas con una estrategia diferente, más orientada a la gestión del territorio”, comentó Bernal Herrera, quien es investigador del Catie.
Estos son resultados preliminares que se derivan del ensayo realizado al instrumento conocido como lista roja de ecosistemas, de la Unión Internacional de Conservación de la Naturaleza (UICN), el cual es diseñado por Herrera y Nelson Zamora.
Piloto. Costa Rica es uno de los tres países, junto a Chile y Colombia, en donde opera un proyecto piloto que definirá la herramienta de evaluación que, en el mediano plazo, se aplicará en todo el mundo.
Esta nueva lista es iniciativa de la Comisión de Manejo de Ecosistemas de la UICN, que nace tras 20 años de éxito de la lista roja de especies, como instrumento para la toma de decisiones.
“A pesar del esfuerzo mundial y el impacto de la lista roja de especies, a veces, las especies no son suficientes para tomar decisiones a gran escala. Los ecosistemas sí permiten diseñar estrategias de conservación en función de un territorio más amplio, donde no solo se estaría salvando un área, sino a todas las especies contenidas en ella”, comentó Herrera.
En este sentido, la nueva herramienta pretende medir riesgo y amenaza: riesgo, en el sentido de que ese ecosistema pierda su funcionalidad, y amenaza en lo que respecta a la transformación provocada por el hombre, a partir de la deforestación, el uso intensivo de agroquímicos y la sobreexplotación de recursos, entre otros.
“Científicamente es muy difícil saber si un ecosistema puede desaparecer. Lo que sí sabemos es que si seguimos transformando esos ecosistemas, va a llegar el momento en que ya no van a funcionar”, destacó el investigador del Catie.
Las lecciones aprendidas de los proyectos pilotos se discutirán en el próximo Congreso Mundial de UICN, que se realizará en el 2016 (en sede por definir). Allí se determinarán los siguientes pasos.
Herramienta. En el caso de Costa Rica, se delimitaron cinco criterios que permitirán medir la reducción del ecosistema a lo largo de 50 años, que es el lapso idóneo para observar cambios en el entorno.
“Entonces, podríamos evaluar cómo el ecosistema se ha venido reduciendo y se establecen categorías como críticamente amenazado, en peligro, vulnerable y con poca preocupación. Por ejemplo, si el ecosistema se redujo en un 80%, eso puede significar que ya perdió su funcionalidad. Si está en un 50%, aún no la ha perdido pero hay otras implicaciones”, explicó Herrera.
Los criterios también facilitan medir el declive de factores relacionados con la funcionalidad. “Puede ser una declinación en el tiempo de las tasas de reproducción de especies clave o cambios en la temperatura o la precipitación”, destacó Herrera.
Para poder hacer esas evaluaciones, el instrumento requiere datos históricos y quizá ese es el mayor reto para los países.
“Una de las razones por las que se escogió a Costa Rica es porque es uno de los países con más información sobre biodiversidad en la región, lo cual no pasa con otros países en vías de desarrollo.
”El proyecto piloto también busca ver cómo funcionan estas listas y con cuáles retos se enfrentarían los países con relativamente poca información”, dijo Herrera.
Incluso para eso, Costa Rica sirve de laboratorio. “Aunque Costa Rica cuenta con datos sobre biodiversidad, no los tiene para todos los ecosistemas. Sin embargo, eso tampoco es una limitante porque se puede hacer una evaluación de riesgo con tan solo uno de los criterios”, manifestó Herrera.
Uno de los beneficios es que la herramienta orientará a los Gobiernos a definir cuáles son las prioridades de conservación, para así diseñar políticas públicas y decidir en qué invertir.
Además, y como un “extra”, la herramienta permitiría ver la efectividad de las acciones tomadas en un área.
Para el 2015, y si se cuenta con los fondos, se ampliaría el ejercicio a los ecosistemas marinos. Por ahora, Herrera y Zamora evaluarán dos criterios adicionales, validarán los resultados y generarán recomendaciones al país.