Aprovechando la cabina que tenían sus abuelos en playa Tárcoles, Ricardo Sáenz aprovechaba las vacaciones escolares para irse a disfrutar del mar y la arena.
"El río desembocaba en perfecto estado en la playa. Había pesca y uno cruzaba el río en barca. Se podía caminar por la arena", recordó Saenz.
Cuando ocurrió la inundación de 1980, la familia decidió construir una piscina. Entonces, las incursiones a la playa disminuyeron, aunque Saenz nunca se perdió un atardecer.
Ya para ese entonces, el río traía consigo más basura y la iba depositando en la costa.
En la década de 1990, los desechos sólidos inundaron playa Tárcoles, así como las playas vecinas: Azul y Guacalillo.
Para entonces, el niño creció y con ello, llegaron más responsabilidades y menos tiempo. Las idas a la playa se redujeron.
Este año, Sáenz –ingeniero, vecino de Sabana Sur y padre de una niña y un niño– quiso llevar a la familia a ver un atardecer en la playa de su infancia y con ello, recordar a sus abuelos, las caminatas y aquel juego de saltar las olas.
"Cuando llegamos a la playa, aquello era un basurero. Lo que me rompió el corazón fue ver a mi hijo de siete años llorar, me preguntaba por qué la playa estaba tan sucia, quién había tirado tanta basura y uno cómo le contesta esas preguntas a un hijo", comentó Saenz.
El coraje que sintió lo llevó a escribir una entrada en su blog y a pedir ayuda. Recabó información, se inscribió en voluntariados y es más consciente sobre sus decisiones de consumo.
La comunidad de Tárcoles suele limpiar su playa, pero esta vuelve a ensuciarse al poco tiempo.
"De nada sirve si en el Valle Central seguimos tirando basura", enfatizó Saenz.