Voló de Chile a Costa Rica sin su esposa de entonces (la actriz Rosita Zúñiga, quien también está radicada en nuestro país) ni su hija que estaba por nacer, seis meses después del golpe de Estado al presidente Salvador Allende –ocurrido en setiembre de 1973–.
Al remontarse a esa época, el actor, locutor, guionista y cuentista –entre otros oficios– Rodrigo Durán Bunster, permaneció unos segundos en silencio, hundida la cabeza y los ojos apretados. “Me hiciste recordar”, dijo emocionado con un volumen apenas perceptible, para inmediatamente aclarar que su familia viajó a suelo tico unos meses después que él.
–¿Cómo fueron tu inicios como actor y en qué circunstancias te viniste para Costa Rica?
–Después del colegio uno anda perdido. Me puse a estudiar biología marina y, de forma paralela, teatro en la Escuela Nocturna de Teatro de la Universidad Católica de Chile. Ahí se me aclaró el panorama, decidí dejar biología y me fui a la escuela diurna de teatro de la Universidad de Chile. Y me dijeron que sí, que sí servía, que tenía talento.
Talento para el teatro cuya expresión se truncó abruptamente con la violencia sufrida por la oposición al golpe de Estado perpetrado por Augusto Pinochet; para Durán, esto significó el despido laboral y la imposibilidad de conseguir trabajo debido a que era un nombre dentro de una lista negra.
En los años previos a esa profunda herida –cuya cicatriz aún es visible–, Durán se formó en actuación e interpretación, abordajes distintos para encarar el trabajo actoral: el primero, con acento en las vivencias personales; el segundo, la misma técnica pero con el fin de construir un personaje.
Su formación más que rígida fue exigente: “Me di cuenta después que te obligaban a imaginar a volar, pero no desde lo abstracto, sino a afirmar los pies en la tierra para coger impulso y emprender el vuelo”.
Apoyado en un entrenamiento vocal y corporal decisivo transitó por un espectro amplio y rico de géneros y estilos interpretativos, pasando por los más clásicos como los griegos de la antigüedad y el Siglo de Oro español, hasta los más contemporáneos.
Teatro social
La educación recibida por Durán estuvo íntimamente relacionada con lo social, artístico e intelectual; “no el arte por el arte”, enfatiza el artista, sino en asentarse en el mundo para tomar impulso, tomando en cuenta las necesidades de las grandes masas e impactarlas.
En eso consistía la utopía luego cercenada. “De repente, me confronté con la realidad. Tengo la sensación de que todo ese mundo desapareció, que uno se formó para algo que después no existía. Me estaba preparando para un movimiento social que fue bruscamente truncado con el golpe, esa violencia de ese corte fue brutal y determinante”, expresó.
–¿Cómo fue tu llegada a Costa Rica y qué tal te recibimos?
–Tenía conexiones con gente que vino antes, a través de la familia de don Joaquín Gutiérrez (escritor costarricense), y venía con la idea de trabajar en teatro. Había un comité de solidaridad excelente. Llegamos en un momento crucial, pues la Compañía Nacional de Teatro (CNT) se estaba reorganizando bajo la dirección de Óscar Castillo (actor y director). Fue impresionante llegar a un país donde se hablaba en español, en donde había teatro en condiciones muy favorables. Había gente de Latinoamérica, España y Centroamérica. Era un momento de mucha ebullición, movimiento y conmoción, de traslado de gente que encontrábamos la paz aquí.
En la CNT fue parte del elenco estable de 1974 a 1984, con una generación célebre integrada por su madre Carmen Bunster –ella se marchó de Chile un año después del golpe esperando a que sus hijos estuvieran seguros en el extranjero–, el uruguayo Pepe Vásquez, la española Ángela María Torres, los chilenos Sara Astica y Marcelo Gaete, y los costarricenses Gerardo Arce (q.e.p.d), Luis Fernando Gómez y Mariano González, entre otros tantos.
Desde ese momento de rupturas y comienzos, Durán no ha abandonado el escenario tico, logrando construir una prolífica carrera que le ha deparado personajes inolvidables, que lo han hecho merecedor de reconocimientos como el Premio Nacional de Teatro a mejor actor de reparto en 1976 (Corbaccio en Volpone) y en 1978 (Reverendo Parish en Las brujas de Salem).
En la CNT, Durán comenzó su travesía actoral con un reemplazo de un personaje de la Comedia de las equivocaciones de William Shakespeare, que lo llevó por todo el país en giras por las comunidades.
Acto seguido, recuerda, personificó a Silvano en la adaptación de la novela de Joaquín Gutiérrez, Puerto Limón, obra que provocaba largas filas de cientos de personas para comprar las entradas en las afueras del Teatro al Aire Libre (ubicado en el Museo Nacional).
Al cabo de 10 años, la CNT eliminó el elenco estable y Durán continuó siendo contratado para los montajes, a la vez que trabajó para el Teatro Universitario de la Universidad de Costa Rica. También fue actor ocasional en el Teatro del Ángel, propiedad del legendario trío chileno conformado por Lucho Barahona, Bélgica Castro y Alejandro Sieveking.
En ese mismo periodo laboró en la Universidad Estatal a Distancia (UNED), que había consolidado la oficina de audiovisuales, creando materiales pedagógicos para los paquetes instructivos de los cursos; ahí permaneció hasta el 2001, cuando se pensionó.
Ha trabajado con el uruguayo radicado en el país Fabián Sales y su grupo La Carne Teatro, y en el 2014 fundó la agrupación Teatro Crono, junto con Oscar Castillo y Luis Fernando Gómez, que a la fecha ha puesto en escena Esperando a Godot, de Samuel Beckett, y Cartas de amor en papel azul, de Arnold Wesker.
Para los tres colegas, el propósito de la agrupación es volver a aquel teatro en que el actor era el centro y sostén del espectáculo.
–¿Sos disciplinado?
–Sí, primero no abandono la idea de poner los pies en la tierra, que haya un nexo con lo real. Eso es lo lindo de la ficción. Estudiar un personaje no es aprenderse la letra, hay que observarlo, buscar situaciones análogas en otras artes.
–¿Has logrado realizar tus sueños?
–Me hubiera gustado no haber interrumpido todo un camino que me iba llevando, pero el golpe fue una fractura brutal. He hecho lo que me apasiona y estoy descubriendo una segunda pasión: escribir.
Durán ganó en el 2006 y el 2009 el concurso Chile con mis ojos con sus microcuentos y el año entrante va a publicar su primer libro de narraciones cortas intitulado Pasos en el techo con la editorial costarricense Letra Maya. “Tenía necesidad del puñetazo con el formato micro, y ahora es con el cuento habitual para ver si desemboca en drama o si hago una novela corta”, comentó acerca de su escritura.
Mientras tanto Silvano, Corbaccio, Aslaksen, Carlos Gardel, Gloster, Estragón y muchos otros personajes más pueblan la memoria emotiva y corporal de Rodrigo Durán Bunster, quien, con los pies bien afirmados sobre el escenario, vuela con su trabajo artístico, al tiempo que hace soñar al público que experimenta el hecho teatral: “esa acción dramática con su conflicto, aquellas luchas de fuerzas en pugna y su resolución”.
Personajes con carácter
Rodrigo Durán Bunster ha encarnado a decenas de personajes protagónicos y secundarios, todos complejos. Estas son algunas de sus interpretaciones más emblemáticas:
Silvano de Puerto Limón
Interpretar al personaje de Silvano de Puerto Limón le significó el desafío de cómo afrontar lo vocal. “Tenía que borrar mi acento y lo logré, aunque fue dificilísimo. Después decidí usar ciertas propiedades de la entonación nativa y no aspirar las eses en las palabras”. De este modo, él integró la musicalidad chilena con la costarricense hasta el día de hoy.
Reverendo Parish de Las brujas de Salem
Por la forma en que estudió el personaje del Reverendo Parish de Las brujas de Salem, a Durán lo marcó el proceso creativo, ya que visitó una carpa cristiana evangélica que había en la plaza de toros de Zapote, donde observó los rituales que practicaban y recogió la energía que emanaba de ahí.
Norman de El vestidor
“Fue un personaje riquísimo, con sentimientos en contradicción y deseos no resueltos”, expresó acerca de Norman de El vestidor. Al inicio le preocupaba cómo representar la homosexualidad del personaje, ya que podía caer en una maqueta. “Hablé con el director Roberto Fontana y me dijo algo genial: ‘no tenés que preocuparte si es gay o no es gay, tenés que hacer eso que estás haciendo: a una persona prolija; lo otro es secundario’. Por ahí salió la humanidad de ese personaje”.
Leonardo da Vinci de Leonardo y la máquina de volar
De acuerdo con Durán, con el personaje de Leonardo da Vinci de la obra Leonardo y la máquina de volar sintió una gran emoción por la capacidad del artista renacentista de soñar con potencia y de hacer realidad esos anhelos. “Aunque hubo cosas que se interpusieron, él se lo propuso y lo logró, solo quedándole pendiente volar, que luchó hasta la muerte para realizarlo”.