La historia de Mario Sepúlveda cautivó al mundo en agosto del año pasado. Junto con otros 32 compañeros de la Mina San José, en Chile, estuvo atrapado durante más de 70 días a más de 700 metros bajo tierra y en uno de los accidentes mineros más recordados por el mundo.
Hoy, más de un año después, el famoso “minero número dos”, recordado por su euforia y por su grito “¡Viva Chile, mierda!” al llegar nuevamente a la superficie, lleva una vida completamente distinta.
El calor y las condiciones de la mina fueron cambiadas por charlas constantes de motivación en diferentes países y por la creación de programas de seguridad para el trabajo en ambientes extremos.
Sin embargo, enfatiza que ya volvió a las minas porque se dedica a formar planes de seguridad para los trabajadores de estos espacios y también dicta charlas de motivación para que puedan sobrellevar mejor sus labores.
Sepúlveda dará una charla este 6 de octubre en un simposio de salud ocupacional. Allí estará junto con Andrés Ogarret, uno de los ingenieros responsables del rescate de la mina.
Yo ya volví a las minas; son parte de mi vida. Volví a las minas, pero no con un pico, si no con mi voz. Ahora ayudo al diseño de programas de seguridad en diferentes partes de Chile y fuera del país, y comparto mucho con los mineros: les doy motivación, les doy fuerzas para seguir adelante.
”Los mineros me quieren mucho; me muestran constantemente su cariño y se interesan por aprender más de cómo pueden mejorar la seguridad en su trabajo”.
De salud no estoy bien, pero trato de aprovechar al máximo todo lo que tengo a mi alrededor. Dios me dio una segunda oportunidad de vida y debo hacerla valer.
”Por eso también sigo ayudando en las minas, para evitar que otros vivan lo que yo viví”.
Vengo a dar mi cuerpo, mi alma y todo lo que sea necesario. Hay mucho por hacer: hablar sobre el amor humano que ya dejamos de sentir, sobre el amor de Dios hacia nosotros. Debemos tener un acercamiento más fuerte entre nosotros; estamos dormidos como seres humanos.
”En Chile, también tengo otra línea de acción hacia la comprensión de nosotros como seres humanos, y es parte del mensaje que también quiero dar en Costa Rica. Las familias necesitan más espacios para interactuar, para compartir y estar juntos haciendo una parrillada”.
Les digo que tengan fe, que sigan adelante y levanten las barreras. Mientras haya vida, no hay nada imposible.