Si en este momento el país afrontara una peligrosa enfermedad desconocida y que además fuera altamente contagiosa, ya se tendría un laboratorio donde analizar las muestras, estudiarlas, diagnosticar nuevos casos, ver cómo se comporta, y así ver qué posibles medicamentos podrían darse a los pacientes.
Ayer abrió el Laboratorio de Contención de Riesgo Biológico con Nivel de Bioseguridad III, que permitirá investigar agentes biológicos que causan enfermedades graves para el ser humano (como la tuberculosis) y, a su vez, proteger a los trabajadores encargados de su manipulación.
Este centro está ubicado en el Instituto Costarricense de Investigación y Enseñanza en Nutrición y Salud (Inciensa), en Tres Ríos, La Unión. Tuvo un costo de ¢230 millones que se financió con aportes del Gobierno Central, la Embajada de Alemania y la Fundación Inciensa.
Este lugar se encargará primero de analizar los casos de tuberculosis en el país, una enfermedad que es poco frecuente, pero cuyos síntomas obligan a un seguimiento riguroso.
“El país no tenía hasta ahora un laboratorio así y esto nos ayuda mucho, sobre todo a identificar la tuberculosis resistente a medicamentos , cepas más agresivas de la bacteria en la que no funcionan los medicamentos tradicionales”, explicó Carlos Trabado, coordinador del Centro Nacional de Referencia para Tuberculosis.
El personal que trabaja en este laboratorio –tanto en tuberculosis como en virología y bacteriología– es altamente capacitado.
“La universidad les da a los muchachos bases, pero esto no alcanza para trabajar aquí, por eso les damos capacitaciones constantes”, dijo Trabado.
Dado el riesgo de los microorganismos con los que se trabaja, el centro requiere materiales especiales, fácilmente lavables.
Por ello, las divisiones de
El Laboratorio utiliza una pintura especial, llamada epoxicril, que tiene compuestos químicos que impiden que una bacteria o virus permanezca con vida.
Ciertas partes del centro cuentan con presión de aire positivo para que no ingresen microorganismos, y otras partes tienen presión negativa, para que no salgan los patógenos con los que se trabaja.
“Los virus o bacterias que salen de aquí salen ya muertos o no salen”, dijo Trabado.