Después de la Virgen María, la mujer más importante en Los Evangelios es María Magdalena. Apoyó con dinero a Jesús; estuvo al pie de La Cruz; depositó al Mesías en la tumba y fue la primera persona en ver a Cristo Resucitado.
Es un personaje tan enigmático que las creencias populares falsearon su imagen; desde la prostituta arrepentida, durante la Edad Media, hasta los ígneos desvaríos de Dan Brown en El Código Da Vinci .
Muy poco es lo que se conoce sobre el lugar de la mujer en el judaísmo, durante el siglo I d.C. pero es “posible que disfrutaran de una posición superior a lo que realmente se supone” afirma J.R. Porter en su libro Jesucristo .
Pero vale señalar su relevancia en la vida y en las prédicas de Cristo, y en la Iglesia Católica en general. Son bien claras las referencias a ellas, por su nombre, sus acciones, el valor y el trato recibido por su Maestro.
Al margen de las enseñanzas bíblicas, el nombre de la Magdalena se asoció con Magdala, un pueblo ubicado en la orilla oeste del Mar de Galilea, a unos 7 kilómetros al norte de Tiberíades.
En el sitio vive hoy un puñado de gente en medio de los restos abandonados de expediciones arqueológicas, aburridas de rastrear datos en los decaídos monumentos levantados en honor de su icónica residente.
Magdala viene de “migdal”, en alusión a una torre o fortaleza. La economía lugareña vivía del comercio de la sal, utilizado para conservar el pescado y también como moneda de pago para los legionarios, de ahí deriva el término “salarium”.
Aparte de ese negocio, las malas lenguas afirmaban que ese era un centro vacacional, no tan “chic” como Pompeya, pero famoso por sus señoritas complacientes y la agitada vida nocturna. Una tradición judía sostenía que el sitio fue destruido en castigo por la prostitución. Tal vez por eso se vinculó a la Magdalena con ese oficio, pero de la lectura de los Evangelios no se desprende nada al respecto.
Relacionarla con un lugar tan específico y no con un hombre era un hecho inusual; dentro del contexto de la época podía significar que María Magdalena era soltera, sobrevivió a su padre y hermanos, por tanto disfrutaba de libertad suficiente para seguir al Redentor.
La gratitud venía porque El Señor le había sacado siete demonios, según San Lucas; además, lavó los pies y cabellos de Jesús en la casa de un amigo fariseo, suscitando los chismes entre los correveidiles judíos sorprendidos por la aquiescencia de Jesús con una mujer de reputación dudosa.
Las mentiras
En las últimas décadas aumentó el interés por María Magdalena; pero el “aggionarmiento” está teñido de falacias y sensacionalismo, sin base histórica, ni teológica y más bien basado en supercherías gnósticas, pseudo literatura y filmes de baja estofa.
Hay un sitio web que se refiere a ella como “la mujer que lo conocía todo” y Margaret Starbird escribió María Magdalena, ¿La esposa de Jesús? . A Cristo –cita Mateo– lo acusaron de: “comilón y bebedor de vino, amigo de publicanos y pecadores”, pero nunca de lujurioso o mujeriego.
La primera gran mentira sobre la Magdalena surgió desde el momento en que Jesús la liberó de siete demonios. En esos tiempos muchas conductas o enfermedades inexplicables estaban asociadas con esos engendros, pero en ningún caso la persona era considerada pecadora y menos una ramera; solo vivían alejadas de la comunidad.
Con el paso del tiempo algunos intérpretes asociaron demonios, pecado, sexo y prostitución. La injuria cobró carta de autenticidad, lo cual no impidió que en el Medioevo fuera reverenciada en toda Europa como milagrera y el vulgo creyera que su cuerpo reposaba en cuatro sitios diferentes.
Todas esas invenciones milenarias las recogió en un solo combo Dan Brown. Según él María Magdalena tuvo una hija con Jesús, lideró un movimiento insurgente en los albores del cristianismo y creó una telaraña de incoherencias barnizadas de simbolismos esotéricos y pseudociencias.
Lo único cierto, con respecto a María Magdalena, es que ella formaba parte del grupo de seguidoras del Maestro. San Marcos las enumera: María, la madre de Jacobo el menor, de José y Salomé.” San Lucas le agregó: “Juana, la mujer de Chuza, intendente de Herodes, Susana y otras muchas”.
Algunas poseían sus propios bienes y colaboraban en tareas como catequizar a niños, a los anciano y labores domésticas.
María Magdalena estuvo presente en los momentos más trascendentales, posteriores a la entrada del Salvador en Jerusalén. La tercera vez que la mencionan los Evangelistas ella está al pie de La Cruz. Los hombres –con excepción del joven Juan– huyeron como ratas; dejaron a su amigo en el patíbulo y solo quedaron las mujeres, enfrentadas a las hordas judías y a los crueles legionarios romanos.
Finalmente, Magdalena fue la primera persona en ver a Cristo recién levantado del sepulcro y por eso es la apóstol de los apóstoles.
¿Qué fue de ella? La Iglesia Griega sostiene que se retiró a Éfeso y allí murió; sus reliquias fueron depositadas en Constantinopla. La tradición francesa arguye que María, Lázaro y otros seguidores se fueron a Marsella y predicaron en La Provenza.
Más allá de los artistas que se inspiraron en ella y de los “bestseller” modernos que la desprestigiaron, el único lugar donde se encuentra la verdadera María Magdalena es en Los Evangelios.