Ocho victorias en París, más que nadie en la era abierta, son suficientes para sentenciar: “En tierra batida, ganancia de Rafael Nadal”. El español hace del torneo en la Ciudad Luz su feudo, pues no hay nadie como él para jugar sobre la arcilla parisina. La sorpresa, y mayúscula, sería que no ganase.
El segundo Grand Slamd del circuito profesional del tenis tiene el marco de la capital francesa y ese “no sé qué” que solo París tiene; pero...
Para Nadal, este 2014, no ha sido el mejor de su carrera sobre superficies de arcilla. En esta temporada, el indiscutible monarca parisino ya registra tres torneos sin victoria sobre ese tipo de superficie: Montecarlo, Godó y Roma; este último dejó en un predicamento al tenista español.
Con su derrota en el Másters 1000 de la Ciudad Eterna, su puesto de número uno en el mundo quedó amenazado por Novak Djokovic, de Serbia. No es amenaza cualquiera: si Nole fuera boxeador, sería un noqueador de raza.
El caso es que si el serbio arriba a las semifinales (algo, por lo demás, perfectamente normal), Nadal quedaría obligado a triunfar en la edición 2014 de Roland Garros. En este momento, la diferencia entre ambos titanes en el ranquin de la ATP es de apenas 650 puntos.
Si uno ve el vaso medio vacío, el mallorquín prácticamente se quedó sin plan B, algo aconsejable en cualquier ámbito de la vida; ahora bien, si uno ve el vaso medio lleno, es un gran reto, pues saldría consolidado como el número uno del planeta y con su leyenda aún más grande, al conseguir su novena victoria sobre la tierra batida del certamen de la Ciudad Luz.
“Siempre tendremos París”, le dice Humphrey Bogart a Ingrid Bergman al final de la mítica Casablanca. En singular, Nadal puede decir lo mismo. 1
Véalo. Tenis. Desde el domingo 25. ESPN. De 3 a. m. a 12 m.
¿Alguien vio la Jules Rimet?
Cada cuatro años, el planeta Tierra deja de ser achatado en los polos y toma la forma de pelota de fútbol: es tiempo de Mundial.
Desde 1974, la Copa de la FIFA es el objeto del deseo de los futboleros; pero antes de ella, se disputa la Jules Rimet, un pequeño trofeo (no hay que confiarse del tamaño para nada en la vida) que rendía homenaje al presidente francés de la FIFA que inventó los Mundiales.
En 1970, Brasil ganó su tercer campeonato del mundo y el derecho a mantener la copa a perpetuidad..., solo que esa “perpetuidad” solo duró 13 años: en 1983, se la robaron de las oficinas de la Confederación Brasileña de Fútbol (CBF). Hasta la fecha, su paradero o destino es completamente desconocido, aunque sí se presta para las leyendas urbanas; una de ellas, dice que, sencillamente fue fundida para sacarle el oro.
Siguiendo con la fiebre mundialista, ESPN nos trae el documental El misterio del trofeo Jules Rimet.
Véalo. Miér. 28. 12 P.M. ESPN