Como algunos parientes, el clavicémbalo es un instrumento pesado, pero se deja llevar. “Una vez lo llevamos a Monteverde cuando la carretera estaba mala”, recuerda la fagotista Isabel Jeremías. “Tampoco pesa como un piano”, añade la soprano Zamira Barquero, y los otros músicos expresan sus recuerdos. Quien no se pronuncia es el clavicémbalo; está en el fondo, dormido, y, como algunos diputados, solo se despierta cuando lo tocan.
El clavicémbalo vive en un salón de la casa de María Clara Vargas Cullell, en Guadalupe (San José), en un bello condominio del tiempo ha: como de juguetería. Sus casas son de cuento, y el visitante ha de adivinar de cuál saldrán Hansel y Gretel.
María Clara toca el clavicémbalo y es –con Zamira– la cofundadora de una aventura musical que ha vivido el presente en el pasado: Syntagma Musicum, grupo de música antigua al que se le ha otorgado el Premio Nacional de Música al Mejor Grupo de Cámara.
El jurado asignó el premio “considerando la excelente trayectoria, el esfuerzo de mantenerse activo año con año, y el alto valor musical de su repertorio”.
Los miembros del grupo son Zamira Barquero Trejos (soprano), José Ángel Ábrego Campos (oboe), Marcela Alfaro Castillo (mezzosoprano), Gerardo Duarte Rodríguez (percusión), Gabriel Goñi (flauta traversa), Isabel Jeremías Lafuente (fagot), Grace Marín (violín), Peter Nitsche (violín) y María Clara Vargas Cullell (clavicémbalo).
Muchos estilos. Entre 1982 y 1993 hubo tiempos pre-Syntagma. Los integrantes se presentaban con varios nombres: Camerata Armónica, Conjunto Barroco Universitario, Ensamble Barroco... “o sin nombre”, recuerda María Clara.
En 1994, la agrupación adoptó su actual denominación en recuerdo del libro Syntagma musicum (1619), del alemán Michael Praetorius (1571-1621).
“El concepto de ‘música antigua’ incluye la creada en la Edad Media, el Renacimiento y el Barroco, pero mayormente se interpreta la de los siglos siglos XVII y XVIII”, explica Vargas Cullell mientras el grupo se alista a empezar uno de sus ensayos de los lunes.
La agrupación comenzó empleando instrumentos modernos, pero, poco a poco, sus integrantes adquirieron instrumentos recientes hechos según los modelos antiguos. Ya no emplean otros porque los instrumentos antiguos y los modernos no pueden convivir en una misma interpretación. “Están afinados de un modo diferente”, anota Peter Nitsche.
“Música barroca” es una expresión acogedora aunque imprecisa. “Los estilos barrocos son diferentes. No son iguales los de Italia, los Francia o los de los Países Bajos, por ejemplo”, afirma el pianista y percusionista Gerardo Duarte.
La música barroca admite la improvisación. “Se llaman ‘ornamentaciones’”, expresa Zamira Barquero, y Duarte halla un punto de encuentro en las improvisaciones barrocas y las usuales en el jazz .
En la música clásica –la siguiente en la historia en Europa–, lo que queda de la improvisación son las cadencias de los solistas. “Mozart y Beethoven eran improvisadores”, afirma Duarte y añade: “Cuando Beethoven estrenó su cuarto concierto para piano, improvisó pasajes para encantar más al público”.
En el barroco temprano, las partituras no indicaban con cuáles instrumentos se tocaban los pasajes: había libertad de interpretación. Esta posibilidad lleva a Syntagma Musicum a adaptar las composiciones al número de sus integrantes pues muchas no se escribieron para nueve intérpretes.
Tradición americana. Syntagma Musicum también recupera el arte de nuestro continente gracias a que el repertorio colonial de algunos países hispanoamericanos se redescubrió en sus catedrales a partir del decenio de 1950.
Desde fines de los años 90, Syntagma interpreta composiciones americanas, y algunas –el caso de las guatemaltecas– incluyen instrumentos nativos, como la marimba. La agrupación emplea ediciones de partituras hechas en otros países, como las realizadas por Aurelio Tello, del Perú.
¿Hay música original de nuestro país? María Clara Vargas Cullell –historiadora de la música costarricense– precisa que no se conservan partituras coloniales; sin embargo, el grupo ha interpretado –en su estilo– creaciones populares, como Indio enamorado , una pieza anónima de Nicoya a la que Syntagma aporta una marimba.
“También hemos transcrito composiciones para coros a versiones instrumentales”, manifiesta el flautista Gabriel Goñi.
Las presentaciones del grupo procuran una unidad, de modo que se interpretan –por ejemplo– solo temas religiosos, o de un país o de una época determinados, manifiesta José Ángel Ábrego Campos. El propósito es que siempre haya un hilo conductor.
Casi todos los miembros del grupo dictan lecciones de música y reconocen que en los estudiantes existe interés en conocer y ejecutar composiciones de hace unos siglos, indica Isabel Jeremías.
Son numerosas las participaciones del grupo en diversos lugares de Costa Rica, como Ciudad Colón, donde acudió al V Festival Internacional de Música de Cámara del 2013. Syntagma Musicum ha logrado el aprecio de los públicos conocedores de otros países. Así, se ha presentado ya en El Salvador (1994), en el V Festival de Música Antigua de Lima (Perú, 2007), y en las universidades de Kansas y Georgia (Estados Unidos, 2009).
En el año pasado, el grupo intervino en el Homenaje Internacional al Padre Soler (músico español del siglo XVIII), actividad que incluyó a un centenar de artistas (cada uno en su país). Asimismo, Syntagma acudió al V Festival de Música Antigua de Guatemala en el 2013. Uno de sus proyectos es grabar discos.
En la otra sala, los instrumentos hacen su propia reunión, imitando a sus dueños: solo esperan a hablar de sus melodías cuando empiece el ensayo.
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Futuro armonioso. Estas serán las próximas actividades de Syntagma Musicum.
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