Las obras escogidas por los tres directores para el concierto de aniversario del viernes nos permiten evidenciar los diferentes estilos musicales y personalidad artística de estos músicos frente de la Sinfónica Nacional.
Las piezas que seleccionó Gerald Brown: dos fragmentos de la Suite La Arlesiana , la obertura de La Italiana en Argel , pero muy especialmente la obertura de Candide de Bernstein representan en buena medida una predilección por lo rítmico y brillante para un estilo de batuta seco, preciso y algo rectilíneo pero de intensa y original presencia escénica.
Todo esto caracterizó la labor de Brown en los años setenta. Joven y activo, atravesaba la ciudad en un descapotado color amarillo deslumbrante; y a pesar del clima, vestía camisas turtleneck , entonces de gran moda.
Esta imagen, muy diferente del tradicional profesor de música, cautivó al público y al país entero, que incluido el presidente Figueres, entregó a sus hijos para que estudiaran un instrumento musical. Integrar la Sinfónica se convirtió en motivo de prestigio en un país en el que poco antes se pensaba que todos los músicos morían irremediablemente de hambre.
Del mismo modo, Irwin Hoffman asumió la dirección en un momento de crisis al final de los ochentas, cuando una generación entera de jóvenes, prácticamente sin experiencia y en algunos casos con una formación inacabada, tuvo que asumir todos los puestos de la orquesta.
Como se sabe, Brown encabezó un proceso de refundación total de la institución que se caracterizó por el despido y reemplazo de la mitad de los integrantes por músicos extranjeros.
Por el contrario, Hoffman logró, a partir del material humano que heredó todavía en bruto, construir un conjunto profesional y proporcionarle el dominio de un repertorio, que incluía ya la mayoría de las grandes obras sinfónicas.
Con una personalidad musical severa y muy dominante, poco propensa a la exhibición, pero en cambio poseedora de una batuta plástica de movimientos redondos, que se caracteriza por la anticipación gestual; Hoffman nos confirmó, con la interpretación del Romeo y Julieta de Chaikovski, su formidable capacidad de transmitirle a los músicos, y por ende al público, la amplitud expresiva y la emoción de las grandes líneas melódicas de la música del siglo XIX e inicios del XX.
En buena medida, la historia de la Sinfónica se caracteriza por los aportes de estos dos músicos disímiles, que sin saberlo trabajaron en equipo en un lapso de más de 30 años; y que, quizás por ser tan diferentes, se complementaron tan bien a lo largo del tiempo.
El legado de Carl St. Clair es todavía, como él bien lo dijo el viernes, una promesa futura que se valorará a cabalidad dentro de algunos años. Sin embargo, desde ahora podemos destacar una propensión por el detalle, el color y el contraste, que quedó patente en la sutil interpretación de la Pavana de Ravel y más aún en el Capricho Español de Rimsky Korsakov. El titular actual obtiene muy buenos resultados a partir de movimientos muy pequeños y sinuosos de las manos –y a veces incluso de los dedos– que contrastan con verdaderos malabarismos corporales en los momentos de mayor intensidad.
Al concertino, José Aurelio Castillo, le tocó la difícil tarea de prepararse en muy pocos días para sustituir a la solista Dylana Jenson, quien por motivos de salud no vino al país.
Sin embargo, el gran ausente de la velada fue Hugo Mariani, fundador de la agrupación, quien además la dirigió de manera intermitente durante más de 15 años. A este músico italoargentino, que murió en Costa Rica en 1966, ni siquiera de pasada se le menciona en el programa de mano. ¿No se trataba de celebrar la creación de la orquesta hace 75 años?
Orquesta Sinfónica Nacional
Viernes 27 de marzo
Teatro Nacional, 8:00 pm
Dirección: Carl St. Clair, director titular; Gerald Brown, director emérito invitado; Irwin Hoffman, director emérito invitado
Solista: José Aurelio Castillo
Obras de: Beethoven, Bizet, Chaikovsky, Rimsky Korsakov, Ravel y Gutiérrez