Dos estrenos nacionales de piezas contemporáneas y una obra maestra del posclasicismo vienés conformaron el programa del quinto concierto de la temporada oficial de la Orquesta Sinfónica Nacional (OSN), realizado el viernes 1.°, en el Teatro Nacional, dirigido por el titular designado, maestro Daniel Nazareth.
Da Vinci. Abrió la función la breve obertura del Singspiel o comedia musical El puente de Leonardo, del mismo Nazareth, cuyo estreno mundial está previsto para fines de este año en Estambul, Turquía, según informa la página web dedicada a la obra: (www.leonardobridge.com).
Para impulsar la celebración de la diversidad cultural e interracial, El puente de Leonardo toma como punto de partida el relato del diseño hecho por Leonardo da Vinci, a principios del siglo XVI, de un puente que uniera los dos extremos del Bósforo, y el estreno de la opereta coincide con el inicio de la construcción del puente proyectado por Leonardo hace más de 500 años.
La obertura dura solo unos cinco minutos y su estilo eufónico y placentero quizá sea un adelanto del tratamiento melodioso, al estilo de las comedias musicales de Broadway, del resto de la obra del maestro Nazareth.
Una notable pifia de las maderas al puro inicio empañó la ejecución.
Rosauro. A continuación, el compositor y percusionista brasileño Ney Rosauro (n. 1952) actuó como solista en su propia Serenata para marimba, vibráfono y cuerdas, escrita en memoria de su madre, y estrenada en Japón en el 2007.
La Serenata se divide en cuatro movimientos y el solista se ejerce en la marimba y el vibráfono por separado o de modo simultáneo. El primer movimiento, El continente, se basa en los ritmos vivaces y sincopados del sur de Brasil; el segundo, En el cielo, empieza y termina con cánticos de la Iglesia Católica y establece un clima etéreo y tranquilo; el tercero, El viaje, es una animada evocación de la alegría de vivir, y el enérgico Final reelabora material sonoro precedente antes de concluir de manera callada en un decrescendo gradual de siete largas notas producidas en el vibráfono, no con las baquetas, sino por medio de un arco de cerdas.
Ney Rosauro obtuvo sonoridades pulcras y hermosas de ambos instrumentos, solos y en combinación, y mostró amplia destreza en el manejo de las baquetas. Daniel Nazareth y las cuerdas acompañaron con esmero y prontitud y los asistentes aplaudieron cálidamente al compositor y los intérpretes.
Schubert. La ejecución desigual de la Sinfonía N.° 9, en do mayor, D 944, conocida como la Grande, del austríaco Franz Schubert (1797-1828), puso fin al quinto concierto de la OSN.
Compuesta entre 1825 y 1826, la Grande se estrenó en Viena póstumamente en 1829, pero su inclusión definitiva en el repertorio canónico data del legendario reestreno 10 años después en Leipzig, dirigido por Felix Mendelssohn, a quien Robert Schumann entregó la partitura que había recibido de Ferdinand, hermano de Schubert, durante una visita reciente a Viena.
Encontré la lectura de Nazareth y la OSN algo ayuna de lirismo y los pasajes dramáticos demasiado enfáticos, lo que restó amplitud expresiva a la obra.
El abultado aumento de la dotación instrumental del conjunto amplificó el volumen sonoro, aunque a expensas de la calidad del sonido, que me pareció a menudo bastante rudo. Asimismo, a mis oídos, la ampliación ocultó detalles de la instrumentación.
Estimo que estas inconveniencias se deben en parte a la saturación acústica producida por la incapacidad de la sala del Teatro Nacional de asimilar el incremento del volumen orquestal.
No obstante, a juzgar por la prolongada ovación al concluir la Grande, tales consideraciones no fueron compartidas por el grueso del público, esa noche mucho menos numeroso de lo usual.