Víctor Wooten es bajista, maestro y gurú.
Bajista como muy pocos, con un virtuosismo incomparable y un estilo particular. Sobresale su bendecida técnica de slap , donde intervienen los cinco dedos de su mano derecha. Una maravilla.
Es un maestro de buena voluntad que no se guarda un solo secreto. Tiene claro que la música es para compartirla y, en su caso, para enseñarla a quienes vienen detrás, a quienes abren los ojos y no pueden creer lo que observan cuando lo ven tocando bajo.
Gurú, conocedor del alcance de la música para enriquecer el espíritu , nutrir el alma y armonizar con los demás y con la naturaleza. Usa sus obras para reír, para relajarse, para meditar, para que otros las utilicen con la misma intención.
El jueves, en el primero de sus tres conciertos consecutivos en Costa Rica, ofreció una presentación de más de tres horas de duración, en las cuales convidó en grandes cantidades sus dotes como bajista, maestro y gurú, ese combo que lo convierten en un ser excepcional para verlo, escucharlo y leerlo.
¡Maestro de maestros! La clave de su elegancia está en el feeling , que corre gota a gota en cada una de sus piezas. Es el sentimiento lo que está ubicado en el primer peldaño de las estructuras sólidas que se construyen con su interpretación.
La sensibilidad es la conductora de sus melodías.
El sabor se desborda y la emoción queda a flor de piel en los beats que contagian fácilmente el gozo que experimentan Victor y sus secuaces al tocar.
En su segunda visita al país, Wooten se presentó con un formato de power trio . Hablemos de su hermano mayor, Regi, un guitarrista que brilla con luz propia. Un socio de lujo.
Se luce sin chistar, sin mover los labios, sin parpadear. Deslumbra sin darse por aludido. Es veloz, versátil y espontáneo. Es el socio perfecto para comunicarse sin la necesidad de hablar. Vale destacar que fue él quien guió a Victor en sus primeros pasos como músico.
En la batería, el gran J. D. Blair (también colaborador de Shania Twain) termina siendo algo así como una mezcla entre un Bill Cosby y un Bobby McFerrin con bolillos, salpicando gotas de humor de forma incesante, convirtiendo eso en un elemento diferenciador de su intervención y del espectáculo. Ofrece frescura y diversión.
El mismo Victor ha demostrado ser amigo del buen humor y esto es evidente con sus letras sencillas y lúdicas, en temas como Victa o What Did He Say?
El concierto tuvo muchos puntos altos, especialmente los que levantaron el ánimo con un funk intenso o los de ritmos pegajosos como R&B y hip hop . También hubo mucho jazz y rock .
En tres horas se disfrutó del trío en todas sus amplitudes; sin embargo, el orden del repertorio sufrió de altibajos muy bruscos, con algunos tramos que se vuelven densos y largos.
Por suerte, la interacción cálida y distendida entre los artistas ayudó a suavizar los momentos que podrían resultar más pesados. Los tres músicos cantan, ríen en el micrófono, juegan con un guion humorístico montados sobre cada pieza y retan a los otros a probar fronteras nuevas.
De forma adicional, el connotado nacional bajista Nelson Segura se subió a intercambiar diálogos “bajísticos” junto a Wooten en una aparición fuertemente aplaudida.
La gentileza de Wooten es también única y no solo por abrirle espacio en el escenario al talento local. Su humildad se le sale por los poros. Incluso, en el concierto, pasaron unas cinco piezas hasta que él dio un paso adelante y se decidió a sobresalir con uno de tantos solos de increíble factura.
En un parpadeo pasó de melodías suaves y delicadas a frases imparables acompañadas de maromas y maniobras dignas de un malabarista de circo: suelta el bajo en el aire, él gira en su propio eje y vuelve a recuperar el instrumento sin que se haya movido, a una velocidad caricaturesca. Es locura.
La velocidad, el sentimiento, la limpieza de la ejecución, así como el juego atrevido y constante con escalas y técnicas disímiles obligan a la audiencia a quedar impactada instantáneamente.
Este hombre es escalofriante; escalofriante, sin lugar a dudas.