La última década en el gremio musical ha traído consigo una oleada de regresos –unos más triunfales que otros– de artistas que habían hecho eco en el mundo muchos años atrás, y que luego forzaron a sus seguidores al pecaminoso arte de la nostalgia.
Led Zeppelin, The Rolling Stones, Soundgarden, Soda Stereo, Stone Temple Pilots y The Police son algunas de las legendarias bandas de rock que, de una manera u otra, han regresado a los escenarios para aprovechar el momento que sus integrantes por sí solos no podrían ni siquiera anhelar.
Así porque así, el tema de las reuniones de artistas laureados se convirtió en toda una maquinaria: como los discos no venden (y, por ende, la música nueva no tiene mucha visibilidad, a menos que sea potenciada por disqueras y medios de comunicación), los conciertos –y especialmente los grandes festivales de música– se convirtieron en la gallina de los huevos de oro para los empresarios del entretenimiento.
Esos multitudinarios festivales no viven únicamente de las joyas musicales todavía vivas, o de aquellas que apenas van en ebullición, sino que colocan a la cabecera de sus carteles a bandas que tenían varios años fuera de los escenarios, con tal de que crezca la sensación.
Y sucede lo típico: las expectativas de los seguidores escalan hasta llegar al cielo, la balanza de los medios de comunicación se inclina a todo lo que tenga mayor bombo publicitario, y las entradas a los conciertos se venden en segundos.
Sin embargo, la mayoría de estos regresos son fugaces y significan un ciclo esporádico de conciertos que probablemente no se repetirán. Pero los fans siempre quieren música fresca, y es ahí donde la cosa se pone difícil: pocas veces lanzan discos nuevos y, cuando lo hacen, no cumplen las expectativas.
Impacto. Con esos antecedentes, y viendo el regreso de Black Sabbath, sería inútil intentar restarle importancia a la hazaña de ponerse al frente del torbellino musical, al sacar un álbum que verdaderamente se roba la atención, tal como lo hicieron sus dos óperas primas, en 1970.
Esa es la historia de 13 , el disco con el que la banda inglesa de rock no solo tocó la puerta del mundo, sino que la derribó a punta de patadas. Es la historia de un regreso que no fue una colección de momentos embarazosos, sino el anecdotario de verdaderos triunfos.
13 años pasaron para que 13 fuera una realidad. Muchas piezas del rompecabezas finalmente calzaron durante ese tiempo. La mayoría de las inseguridades se marchitaron, y la sólida base musical e ideológica de Black Sabbath encontró su camino de vuelta a las raíces: algo más que volver a ser la banda que alguna vez cambió el rumbo del rock para siempre; era un asunto de volver a encontrar los motivos correctos.
Cómo hacer historia. A inicios de los 2000, los padrinos del metal (el guitarrista Tony Iommi, el cantante Ozzy Osbourne, el bajista Geezer Butler y el baterista Bill Ward) empezaron a idear un álbum junto al productor Rick Rubin, quien ha trabajado y ha vuelto a traer a la vida a artistas como Johnny Cash, Beastie Boys, Metallica, ZZ Top y Slayer, entre otros.
La idea de volver al estudio surgió luego de reuniones de Sabbath en vivo, en giras que sucedieron entre 1997 y 1999. Pocos meses duró encendida esa llama, ya que Ozzy abortaría misión para producir su disco como solista Down to Earth .
Esperanza. La banda regresó a las tarimas en los años 2001, 2004 y 2005, pero el sueño de escuchar nueva música del grupo desvanecía poco a poco.
Luego, vino un vacío: no se supo más de Sabbath, hasta que en el 2011 llegaron rumores de otra reunión. Esa vez, la banda organizó una fiesta en California, con los cuatro miembros originales anunciando no solo una gira de conciertos, sino también un disco, con la guía de Rubin. “Es ahora o nunca. Nos llevamos excelente. Todo es realmente bueno”, dijo Iommi.
No iba a ser tan fácil: a Iommi le diagnosticaron un linfoma en enero del 2012, lo que cambió los planes de la gira y del disco. Por si fuera poco, un mes después Ward anunció que no participaría de la reunión por diferencias contractuales. La banda no tenía otra opción que continuar las sesiones sin él, y contrató a Tommy Clufetos para la gira y a Brad Wilk (de Rage Against the Machine) para la grabación.
Justo cuando el mundo ya se resignaba a que el álbum iba a ser o un fracaso, se anunció el 10 de junio del 2013 el lanzamiento, luego de que la banda escribiera alrededor de 15 temas, de los cuales escogió ocho.
Ya no había vuelta atrás: Black Sabbath iba a lanzar su primer disco en 18 años, y el primero con Osbourne al micrófono desde Never Say Die! , de 1978. La producción se promocionó como un regreso al sonido más primitivo de la banda, recordando su mezcla de blues con hard rock , compuesta por Iommi, con letras existenciales y potentes, escritas por el buen Butler, al igual que en sus años más mozos.
El despegue. Con God is Dead? como primer sencillo, una gran campaña publicitaria, un documental y una cercanía con los fans por medio de Internet, 13 fue creciendo en expectativa, hasta que sucedió lo inevitable: el disco lo compraron tantas personas que llegó al primer puesto de los más vendidos del Reino Unido.
Luego pasó lo que todos, incluso Ozzy, veían como imposible: alcanzar el primer puesto en EE. UU., algo que nunca antes le había sucedido a la banda. En esa primera semana en la que 13 estuvo a la venta, terminó llegando a la cima en más de 33 países, generando un fenómeno global en torno a la banda.
“Pueden estar viejos, pueden estar pobres y estar corriendo asustados de sus esposas, pero en 13 , Black Sabbath devuelve los años y vuelve a sonar joven, y más oscuro que nunca”, comentó la revista Q .
Exclaim , por su parte, comentó que “cada riff está lleno de vida. La química apareciendo en los espacios abiertos, la melancolía de Ozzy finalmente al tope de una banda sonora de alegría y enojo, todo combinándose para crear el sonido perfecto del metal de la manera en la que solo los maestros pueden”.
Mientras que la revista Pitchfork alegó: “ 13 es lo que todo fanático a muerte de la banda soñó que sería: un regreso verdadero que retoma lo que el cuarteto dejó tirado tiempo atrás. El disco está en la mira de cualquier metalero , no porque una banda seminal requiera halagos obligatorios, sino porque, dejando las imperfecciones de lado, el disco acuerpa el núcleo de la idea original de Sabbath”.