Rodeada de bruma, Andrea Echeverri entró al escenario para cantar Maligno con su voz grave y filosa: “Tiñes mis días de melancolía, eres el hacha que astilló toda mi vida”.
Para el final de la declaración cortavenas, la misma música de harmónica acompañaba una línea menos oscura: “Tiñes esta noche con intensa alegría, Costa Rica, mi Costa Rica”.
Antes de este sábado en el Festival Internacional de las Artes (FIA 2018), los colombianos de Aterciopelados se presentaron en el país hace nueve años, durante un concierto organizado por la Federación de Estudiantes de la Universidad de Costa Rica.
El tiempo que ha pasado entre el rock de ese entonces y el que ofrecieron este sábado en la Plaza Máximo Fernández parece menos, mucho menos, cuando sus éxitos de más de dos décadas son cantados por adolescentes y rockeros de antaño que ya tienen cara de papás.
Frente a una plaza repleta de fans de esquina a esquina, Aterciopelados lució primero a las conocidas Baracunatana, El estuche, un cover de Juan Gabriel (He venido a pedirte perdón) y la brutal Rompecabezas.
“Esa canción les ha dado la fuerza a varias mujeres para irse de una relación abusiva”, dijo Echeverri. “Es un hecho que las mujeres necesitan fuerza para protegerse de los chicos malucos”.
Feminismo y ecología fueron los dos mensajes que los músicos lograron colocar en los pocos silencios del concierto.
Echeverri se dedicó a hacer bromas ligeras sobre que su suegro se enoja con el feminismo y resolvió igual cuando la banda olvidó pasarle un pito para un solo de Cosita seria (que se hizo igual al final de la canción, con muchas risas del público).
Cuando finalmente sacaron una pieza del 2016, Soy la semilla nativa, Héctor Buitrago dejó su guitarra para recordarle al público de su activismo.
Buitrago habló sobre la decisión que tomó esta semana la Corte Suprema de Colombia para proteger la Amazonía de ese país suramericano.
La Plaza Máximo Fernández, enterada o no de la noticia, aplaudió las palabras de Buitrago como si también fuera una victoria nacional.
Aterciopelados logró con carisma mantener la atención del público en pausas de producción. Echeverri se devolvió a la época de El Dorado (1995) para contar el día que escucharon en un carro al álbum Re de los mexicanos de Café Tacvba.
Como un homenaje a sus colegas, tocaron la pieza homónima.
Cierre de locura
Sin embargo, hacia el final del concierto, fue Bolero falaz el que se robó la pasión de todos los asistentes.
Durante toda la presentación, los miles de asistentes tuvieron arrebatos dispersos de gritos y aplausos.
El coro de Bolero falaz despertó a todas las gargantas para seguir la fiesta del rock tropical.
Cantando, Echeverri deseó al micrófono “un abrazo apretado y aterciopelado” para cada uno de sus fans.
“Pura vida y que mañana salga el sol, que todo florezca al alrededor”, dijo.
Los “Atercios” se despidieron con otra explosión de su sonido (aunque después también complacieron con Candela): “Florecita rockera, tú te lo buscaste. Encendiste la hoguera, no tienes perdón…”.
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Salsa frenética
Antes del rock, la Plaza Máximo Fernández ofreció salsa y acrobacias para el público.
Desde Cali, los 57 artistas del grupo de Delirio subieron a la tarima principal con el espectáculo Verbena.
Abrieron la secuencia de coreografías y circo con una versión en salsa de Soy tico, pero ni siquiera esa primera pieza sacó al público a bailar.
Pocos ticos se animaron a llevarle el pulso a la salsa acelerada del espectáculo, que se cantó en vivo y se interpretó como si la gravedad fuera un invento improbable.
El público, eso sí, hizo muecas, gritó y aplaudió en varios números donde un artista sostuvo en su barbilla un aro por el que una acróbata se deslizaba con suma delicadeza.
Al ritmo de Una aventura de Grupo Niche, otra pareja hizo alarde de una ligereza de pies imposible, mientras ella daba vueltas continuas en el aire.
En una tarima aledaña, los españoles del Grupo Pujol siguieron las proezas acrobáticas con una adaptación física de El Quijote de Miguel de Cervantes.
El espectáculo robó menos aplausos que la salsa caleña, pero sirvió como una transición tranquila hacia el regreso de Aterciopelados.