Tres meses han pasado desde el día en que Mino Padilla anunció que se acogía a su jubilación luego de casi 35 años de trabajo continuo como humorista.
Dijo adiós el miércoles 28 de febrero a través de los micrófonos de Monumental, emisora donde se transmite el programa Pelando el ojo, el proyecto del que formó parte durante los últimos seis años al lado de su gran amigo Norval Calvo.
José Minervino Padilla Castillo reconoce que pudo haber seguido trabajando por al menos 10 años más, pero no quería restarse posibilidades de disfrutar de su época de pensionado gozando de la salud con la que cuenta hoy.
Continuar con sus compromisos laborales implicaba también postergar el reencuentro con el niño cartaginés que creció entre campos de cultivos y rodeado por animales domésticos. El niño que evoca cuando habla de su realidad actual. El niño que algún día fue.
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“Nací en el campo. La infancia me la tiré en el campo y dicen que el trauma de la infancia es lo que uno mantiene siempre; es decir, si creciste en el monte, querés volver al monte otra vez”, refiere Padilla, de 64 años.
Así justifica que desde hace un año decidiera alquilar su casa en Agua Caliente de Cartago para irse a vivir con su esposa Georgina (tienen 41 años de casados) y su hijo menor Adonis, a una finca de 3.000 metros cuadrados que, administrativamente, pertenece a Vara del Roble de San Cristóbal Norte de Desamparados, pero que popularmente se localiza en El Empalme abajo, en Cartago.
Padilla llamó Ebenezer a la propiedad, un nombre bíblico que significa piedra de descanso y que tiene consonancia con su creencia de que el ser humano es mayordomo en la tierra de Dios.
La ubicación de la finca otorga a Padilla, a su familia y a los visitantes una vista privilegiada de las densas montañas de Cartago, el Pacífico y de la Zona de los Santos, paisajes que fácilmente lo convencieron para que su vida laboral bajara revoluciones y así disfrutara de la magnificencia de la naturaleza.
Desde ahí, Mino Padilla teje una vida relajada, sin apuros y fuera del spotlight, una realidad en la que también cabe su pasión de siempre: el humor.
“Con toda la sinceridad del caso todavía no he tenido el chance de decir que estoy plácidamente descansando. Mi esposa me dice que ando de allá para acá y es que yo agarro las botas y me pongo a trabajar la finca. Sí estoy descansando porque no tengo la presión del trabajo y del rating. Este año estaba deseando unos cuatro o cinco aguaceros para tirármelos desde aquí con tranquilidad porque en el último año a la hora en que aquí llovía yo tenía que salir hasta La Uruca (donde se ubica Monumental) para llegar al programa”, dice Padilla sentado en un sofá de su casa.
De todo un poco
El descanso es a medias porque el trabajo en la finca es copioso: frente a su casa tiene una pajarera con una veintena de codornices, por otro lado está una jaula con Geovanna y Mayita, dos cabras que le proveen cerca de ocho litros de leche diaria, y en otro sector tiene un invernadero (se llama Terrazas Inca) donde tiene cultivada zanahoria, remolacha, culantro, tomate, ayote, papa, cebollino y camote.
Fuera del invernadero, Mino posee sembradíos de aguacate, manzana, nectarina, ciruela, melocotón, cubaces y varios tipos de plantas medicionales u ornamentales.
“Aquí producimos todo lo básico (para la alimentación), lo único que hay que comprar es arroz”, comenta durante el recorrido que realizó junto a un equipo de Viva que indagó sobre su nueva realidad.
“Aquí no tengo presión de nada, no soy empleado de nadie y cuando uno trabaja en lo propio no quiere parar, más bien uno quiere ver todo listo”, enfatiza después.
Por ahora el trabajo de mantenimiento de la finca junto a su hijo Adonis requiere un esfuerzo doble, puesto que muchos de esos cultivos aún no han dado frutos u otros –una minoría– apenas tienen una cosecha.
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Otra parte de la propiedad está destinada para el ocio y el entretenimiento. A la par de su casa hay un salón de madera al que le resta por colocar el piso. Ahí la idea es tener una mesa de billar o una de ping pong. Mientras tanto en ese espacio hace ejercicios con su esposa durante las tardes.
Cercano al rústico salón está otra estructura tipo cabaña donde prevé recibir invitados y realizar carnes asadas, siempre aprovechando la privilegiada vista que posee la propiedad. En otro costado, Mino decidió abrir espacio para crear una mini cancha de fútbol pensando en sus cinco nietos (tiene tres hijos) y cerca de ahí hay definido un punto donde pretende guindar una hamaca para estudiar, leer o dormir.
“Yo no estoy diciendo que tengo plata ni nada por el estilo, pero le digo a mi familia que aquí estamos como millonarios, como ricos, sin tener un montón de dinero”, comenta el también imitador.
Mino Padilla dice que su estilo de vida actual comulga con mucho de lo que se imaginaba para el momento de su jubilación, por ello “no hay cabanga” de haber dejado sus tantos años de humor en la radio y en la televisión.
“Anda por ahí, va caminando, porque el proyecto de las cabras que ahora me dan cuatro litros de leche cada una quiero empezar a transformarlo en producir yogurt y queso y otras cositas, pero será más adelante. Lo de las codornices la idea es llegar a vender huevos de codorniz y pie de cría. Es un negocio, un plus, pero no me estoy presionando para hacerlo”, afirma.
Su afinidad con la vida en el campo le heredó conocimientos para pensar en un negocio alrededor de ese lugar, lo que no sabe lo busca en libros, pero también se apoya con el conocimiento de su hijo Adonis, un filólogo con gran espíritu ecologista que es su mano derecha en este segundo tiempo de su vida.
¿Y humor?
Mino subraya que, en esta nueva etapa, el humor sigue vigente. Aunque con menos frecuencia que antes, la comedia y la radio palpitan en su corazón porque su jubilación no implicó el fin de la carrera, sino mas bien fue trasladarse a jugar a ligas menores.
“Cuando me fui dije muy claro: ‘yo no me retiro, me jubilo que es otra cosa’. Sigo mejengueando. Un boxeador tiene que retirarse o salirse del cuadrilátero cuando aún gana peleas. Un jugador de fútbol tiene que irse de la cancha cuando todavía hace goles, buenas jugadas y buenas asistencias, no cuando ya lo ven por lástima o tradición y le dicen que qué viejo que está y que porqué no se retira. A mí ya me lo habían dicho y tomé la decisión de retirarme en mi mejor momento. Me fui como un jugador de Primera División a jugar a la Segunda División o a los equipos de media tabla hacia abajo que no tienen presión”, explica Padilla.
Precisamente eso es lo que hace ahora él con el humor: mejenguear. En octubre del año pasado, Mino Padilla puso al aire junto con su hijo Adonis Tardeando en Los Santos, un programa de humor que se transmite los sábados de 5 p. m. a 6 p. m. por Radio Cultural Los Santos (88.3 FM).
El programa es producido y grabado desde la propia casa de Padilla y mezcla su prominente trayectoria de comediante e imitador con la incipiente pasión de Adonis (el filólogo y ecologista) por ese oficio.
“Él (Adonis) llevó cursos en radio y producción, entonces lo que hicimos fue unir lo moderno con lo mío, lo tradicional; y la improvisación mía con la teoría de él”, manifiesta.
Desde esa vitrina, Mino mantiene con vida sus imitaciones y a personajes como Culita, el ingeniero Elizondo, Etelvino Paredes, doña Evelia y doña Etelgive. También desde ahí se da chance para revivir a otros como el añorado Lolo.
Muchos de esos personajes e imitaciones nacieron en los albores de los años 80, cuando comenzó a crear trayectoria en el difícil mercado costarricense del humor, en programas como El fogón de doña Chinda o La Patada.
Desde ahí Mino comenzó a rodar su carrera, la que, con los años, le permitiría materializar su sueño de respirar el aire puro de los densos y verdes paisajes que absorbe hoy en día.