Es una historia tan vieja como el tiempo: el “bien” demócrata contra el mal republicano. Si el chauvinismo explícito de Donald Trump es el fuego, el feminismo ímplicito de Hillary Clinton debe ser el agua que apaga las llamas.
Cuando Trump anunció su precandidatura en el 2015, la movida política fue interpretada como una excentricidad de una celebridad multimillonaria. ¿Acaso no era esa la identidad que asumió en comerciales de pizza en los noventas? ¿No era excéntrico pero inofensivo el Trump que salía gritando en el reality show The Apprentice ?
Clinton, por otro lado, llevaba muchos años preparando su camino a la Casa Blanca, incluso mientras vivía en ella como la Primera Dama.
Perder por popularidad contra Obama en el 2008 no debilitó su sueño de ser la primer mujer presidenta de los Estados Unidos, muy por el contrario.
Así, por distintas razones, los votantes recibieron imágenes de ambos personajes: Trump, un iracundo demagogo capaz de despedir a cualquiera; Clinton, la esposa deshonrada por su esposo presidente y quien se dedicó a blindar su carrera política (cualquier parecido con el drama The Good Wife no es coincidencia).
Los últimos meses de contienda política han aparecido en tabloides y revistas rosa. Cuesta imaginarlo en circunstancias diferentes, pero ahí se ha llevado Trump los puñetazos duros. Poco importa lo que dicen sus planes de gobierno si cada semana una celebridad añade más fuego a la desastrosa hoguera.
Este martes, vivamos o no en Estados Unidos, nos toca sintonizar el último episodio de un show político sin precedentes.
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Malos de telenovela. Ni Trump ni Clinton son figuras desconocidas. A modo de comparación, cuando el presidente Barack Obama anunció su campaña en el 2007, el único estado que realmente sabía quién era de forma pública era Illinois (porque ocupaba un puesto de senador).
Para los actuales rivales de la presidencia, la historia es otra.
Tal vez la interpretación que hizo Alec Baldwin de Trump para la última temporada de Saturday Night Live se hizo viral por la asombrosa similitud de los pucheros de Baldwin con los pucheros del candidato republicano. Pero la primera vez que el programa de comedia se burló de Trump fue en 1988 cuando dos actores especularon para el público qué clase de regalos navideños podrían entregarse el magnate y su entonces esposa Ivana: ¿ acaso una guirnalda de diamantes para su patio no lo podría comprar cualquier otra pareja?
Para Clinton, su primera parodia fue en 1992, cuando apareció como la sombra de su esposo en una rueda de prensa. Desesperada por participar, Clinton termina explicándole a la audiencia una receta de galletas.
Sus apariciones son más que representativas: antes de sus candidaturas ya eran figuras públicas dentro y fuera de su país.
El reto de Obama fue crearse un perfil presidencial laxo, moderno, y moderadamente negro. Trump y Clinton tuvieron que destruir sus previas encarnaciones: el multimillonario enajenado y la segundona desesperada por siquiera las migajas de poder.
La candidata chiva. Ni Clinton ni Trump son jóvenes ni revolucionarios. Uno representa al mundo de los negocios y la otra al mundo de la diplomacia: en Estados Unidos, ninguno de esos mundos encierra una favorable representación femenina ni de minorías raciales.
Clinton ha suavizado los bordes de su personalidad con el carisma del apoyo de artistas.
En marzo, antes de las elecciones primarias, Clinton apareció brevemente en la serie de comedia feminista Broad City , una serie arriesgada que habla abiertamente sobre liberación sexual femenina y marihuana recreativa.
Clinton también acometió contra Trump con una testigo de la cultura pop para desacreditarlo (aún más) : en el primer debate entre ambos candidatos, mencionó a la Miss Universo 1996, Alicia Machado, como una prominente víctima de humillaciones machistas gracias a Trump, quien dirigía el concurso de belleza.
Machado pasó de ser una reina desaparecida a motivar a otras mujeres para que denunciaran públicamente a Trump por trato denigrante y acoso sexual.
Este fin de semana, los músicos de raza negra Beyoncé y Jay-Z cerraron los días previos de campaña con un recital en el que declararon su apoyo a Clinton.
“Tenemos la oportunidad de crear más cambio. Quiero mi hija que crezca viendo a una mujer liderar nuestro país y que sepa que sus posibilidades son infinitas”, declaró Beyoncé frente al público. “Por eso estoy con ella”.
Por encima de los escándalos políticos que dibujan a Clinton como una líder déspota, ese apoyo la retrata bajo otra luz: Clinton podría ser la primera mujer presidenta, ¿qué puede ser más chiva?
El candidado patán. En algún momento, durante la primera década del siglo XXI (es decir, durante la época dorada de The Apprentice ), el temperamento agresivo de Trump fue visto como una cualidad.
En los últimos meses, esa tortilla se volteó casi sola: el discurso sobre belleza física lo transformó en un ser superficial; la impulsividad que tanto lo ayudó a cerrar tratos de negocios lo saboteó en debates donde interrumpió a Clinton y la llamó mentirosa.
Los medios de comunicación trabajaron arduamente en intentar desenmascarar la patanada de Trump (aunque, irónicamente, las revistas fueron las que idealizaron su vida).
El Huffington Post (uno de los medios digitales más poderosos de Estados Unidos) comenzó a firmar en enero sus notas sobre el republicano así: “Donald Trump es un mentiroso en serie, un xenófobo rampante, un racista, un misógino y un matón que repetidamente ha jurado prohibir la entrada de todos los musulmanes a Estados Unidos”.
Desde setiembre, el embate de Machado puso los clavos en un ataúd que él mismo construyó para sus votos latinos desde que, en el 2015, expulsó al periodista Jorge Ramos de una conferencia de prensa en la que le preguntó sobre su política de migración.
Las acusaciones sobre acoso sexual se salieron de sus manos. Hay canciones sobre lo que ha dicho Trump en contra de las mujeres (ni siquiera están embellecidas, usan sus propias palabras).
Y para rematar, Saturday Night Live no pudo representar mejor la transición farandulera de los últimos tres meses.
Justo hace un año, Trump asistió al programa por segunda vez como un orgulloso anfitrión.
El sábado pasado, tras dos meses de apariciones recurrentes, el caricaturesco Trump de Alec Baldwin se despidió de la campaña: “Me siento asqueroso todo el tiempo. ¿No se sienten asqueados con estas elecciones?”.
Los episodios más sonados
Los momentos que definieron la campaña electoral y, durante los últimos tres meses, la convirtieron en un espectáculo de entretenimiento público
Trump y Jorge Ramos
En agosto del 2015, el republicano se ganó la enemistad de los latinos dentro y fuera de Estados Unidos por amedrentar al influyente periodista mexicano. Trump nunca se disculpó.
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Pleito de familias americanas
Los hijos de Trump distribuyen propaganda fallida para rejuvenecer a su padre. La familia Clinton mantiene su bajo perfil mientras que los Obamas apoyan públicamente a Clinton.
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El circo de los debates
El primer debate presidencial rompió récords de ratings con más de 80 millones de espectadores. Todos ellos se enteraron del caso de Alicia Machado.
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Revive Alicia Machado
En setiembre, Hillary Clinton trae a su convoy de estrellas a la Miss Universo Alicia Machado quien comienza a hablar sobre las humillaciones a las que la sometió Trump.
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De excéntrico a chiste
Los programas y medios de comedia embatieron contra ambos candidatos exacerbando sus defectos. No obstante, para Trump no hizo falta exagerar la realidad.
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