Como muchas tradiciones de la cocina mexicana, los burritos se han convertido en un platillo apetecido en el mundo entero, por su textura, sus tantos tamaños y la variedad de ingredientes que pueden aglutinarse en sus adentros.
Como tradición milenaria de los pueblos norteños mexicanos y de las comunidades sureñas estadounidenses, la cultura del burrito promete extenderse por muchísimas más generaciones, siendo cada vez más común encontrarlo en la oferta culinaria de estas tierras.
Se ha dicho que la experiencia del burrito puede darle el sentido al dilema de la existencia, pero muchas veces también puede ser un detonante de la marea alcalina, como lo es toda buena comida.
Hay que cuidarse, pues un burrito de longitudes estrafalarias puede volcar hasta al más atiborrado de los comensales, y dejar en evidencia que se está frente a un monstruo de magníficas cualidades comestibles.
En San José, las opciones para degustar un buen burrito sobran, y están mucho más allá de lo que ofrezcan las cadenas de comida rápida, algunas de ellas incluso vetadas en el mismo México por representar una falta de respeto para algunos de sus orgullosos habitantes.
Por ejemplo, la famosa Antojería Mexicana, ubicada en Moravia, ofrece distintos tamaños del burrito, entre los cuales destaca el superburro, de proporciones descomunales, y el único platillo del restaurante servido con una considerable dosis de guacamole en la cima.
El bestial platillo es hecho con la tortilla de trigo más grande que se consigue en el mercado, y en su interior se vislumbran maravillosos paisajes de frijoles negros molidos, queso mozzarella (preparado especialmente para la Antojería Mexicana), natilla y la selección de carne que el cliente desee.
En materia de proteína, la clientela tiene la opción de escoger entre carne mechada, carne al pastor, cerdo, trozos de pollo o todos los tipos de carne combinados, la cual resulta ser la opción predilecta de la gente.
Este burrito, cuyo diminutivo no es más que un piropo de cariño, ronda los 30 centímetros de longitud y es el plato insigne de la casa, junto con la suculenta sopa azteca.
Está hecho con ingredientes producidos en Costa Rica y totalmente frescos, pues el restaurante recibe proveedores de comida todos los días, para evitar que sus alimentos se añejen.
De manera muy similar, el restaurante Tacotitlán ofrece en su menú el llamado burrote, que, como podrán imaginar, reúne las características deseadas por muchos competidores al estómago más elástico: carne, frijoles molidos, mucho queso y guacamole encima de la enorme tortilla.
Quedan recomendados también los burros de los restaurantes josefinos Huaraches y Jalisco, que varían la receta incorporando algunos vegetales a la ya de por sí deliciosa mezcla. Además, en Moe’s, ubicado en Escazú, el cliente puede preparar su burrito con los ingredientes que desee.