Seamos completamente sinceros: piratear libros digitales es sencillísimo y solo requiere unos conocimientos básicos en computación. La posibilidad técnica está ahí, y esto no es apología del delito, es una realidad que aceptan autores y representantes de casas editoriales. Es un problema.
No solo eso, sino que la piratería de libros digitales es un fenómeno que está creciendo y expandiéndose. Está consolidada en España, ya llegó a mercados como Colombia y México, y ahora se comienza a registrar con más fuerza en Costa Rica.
Las “personas cultas” gustan de la lectura, repasan los clásicos contemporáneos, están al tanto de las novedades literarias mundiales y... ¿también piratean libros? Sí, así es. ¿No les importa saber que lo que hacen es algo ilegal? Pues todo indica que no mucho.
Sin embargo, como explicó la escritora británica Suw Charman-Anderson en un artículo publicado en Forbes hace unas semanas, en realidad, uno de los problemas consiste en imaginar al pirata de libros digitales como una única especie. Es todo lo contrario: las personas caen en la piratería de libros por distintos motivos.
Por ejemplo, están aquellos que no encuentran a mano en su ciudad el texto que quieren (o incluso necesitan) leer, también están aquellos que piratean porque no tienen dinero para comprar libros (aunque lo tengan para un lector electrónico...), y quienes piratean porque suponen que la información debe ser libre y viven en contra del sistema capitalista (estos piratas pueden ser llamados “ideológicos”, pero lo mismo arrasan con libros que con música, películas y cuanto puedan).
En carne propia. Rafael Ángel Herra es uno de los escritores costarricenses cuyos libros se ofrecen hoy ilegalmente en Internet; es decir, sin su autorización ni la de las editoriales con las cuales trabaja.
El texto más popular que usted podría bajar es su novela Viaje al reino de los deseo s, pero también está el poemario Escribo para que existas . “No reclamo porque uno de los problemas es que no se sabe a quién acudir”, explica el escritor.
“La piratería afecta porque limita las ventas del libro físico”, añade. Precisa que sus ganancias son modestas y que para vivir de la escritura se debe tener un bestseller ..., aunque prácticamente todos los bestsellers ya tienen versiones piratas.
“Cualquier bestseller está expuesto a la piratería. Casualmente, muchos de ellos se publican bajo el sello de Alfaguara en español”, indica por su parte Alejandra Coto, representante de esta editorial en Costa Rica. De Alfaguara, a diario se “cuelgan” ediciones digitales piratas recientes o antiguas.
En opinión de Coto, la piratería de libros electrónicos aún no es un problema grave en Costa Rica porque no es muy frecuente el uso de aparatos lectores, como el Kindle, o de tabletas, como el iPad, pero sí es común en otros países de habla castellana, como México, Colombia y España.
En España, por ejemplo, un estudio publicado en enero pasado indica que la industria editorial dejó de percibir unos 350 millones de euros por la piratería de libros, entre un 13% y un 15% de la facturación total en el 2012.
Los datos de la Federación de Gremios de Editores de España confirman que cada día se editan más libros digitales (más de 20.000 títulos en ese país solo en 2012, frente a los cerca de 17.800 del 2011), pero también que cada día se piratea más.
El dilema moral. En el fondo, buscar archivos piratas de películas o música para descargar a la propia computadora es tan ilegal como bajar archivos piratas de libros digitales. Sin embargo, ¿es el mismo tipo de pirata el que está detrás, o su gusto por la literatura marca una diferencia?
Rafael Ángel Herra piensa que sí, que, aunque suene un poco a prejuicio cultural, el pirata de libros puede visualizarse como una persona un poco diferente, más educada que aquella que piratea exclusivamente estrenos hollywoodenses.
No obstante, para el escritor es claro que existe un “autoengaño” que permite dormir con la conciencia mucho más tranquila al pirata de libros.
“Quien dice que solo busca un libro pirata para leerlo y no comercializarlo, puede decirse a sí mismo que está tranquilo porque no siente que cometa un delito. Las reglas morales se acomodan y son más duras para con el otro y más suaves para con uno mismo”, dice Herra.
Coto añade: “Podemos clasificar a los piratas y decir que no todos son iguales y que no todos tienen la misma motivación, pero al final alguien es un pirata porque es una persona que reproduce un contenido sin autorización. Hay personas que se justifican, pero esto no cambia que sean piratas”.
¿Hay solución? Sabiendo que la piratería es un delito, pero que cada día más personas llegan a ella –aunque sea con autoengaño de por medio–, ¿existe una opción que permita a los escritores, las editoriales y a los lectores salir ganando?
La respuesta no es sencilla. Coto explica que cada día existen más elementos tecnológicos que permiten frenar la piratería de libros digitales; sin embargo, la historia da muchos ejemplos de cómo en semanas, si no en días, esos mecanismos son vulnerados de nuevo.
Además, siendo los libros de papel aún los reyes el mercado, la misma Coto acepta que al alcance de millones de personas está la posibilidad de que alguien adquiera una versión impresa y la escanee para posteriormente colgarla en Internet en un formato PDF.
En mercados como el estadounidense, varios analistas han propuesto que la industria editorial podría renacer si los libros de papel se volviesen objetos de colección, pero no del tipo que alguna gente acumula en libreros, sino del tipo que tiene un valor agregado por la calidad de su papel, su diseño, sus imágenes y otros complementos.
La propuesta en realidad está inspirada en lo sucedido con la industria musical –muy afectada por los piratas–, la cual ahora incluye cajas y folletos que invitan a los verdaderos fanáticos a tener algo más que un simple archivo en un iPod.
“Las ediciones de colección serían una salida al problema, pero solo parcial en lugares como Costa Rica porque el mercado es muy pequeño”, dice Herra con escepticismo. Para él, es mejor pensar en la opción de máquinas –ya existentes– que imprimen un solo ejemplar a demanda en la librería mientras usted se toma un café.
Además, dice Herra, “también debería haber una baja en el precio de los libros digitales porque los costos son mucho más bajos”. Actualmente, en Amazon se vende la edición en papel de Lean In , uno de los bestsellers del momento, escrito por una de las gerentes de Facebook, Sheryll Sandberg. Ese libro cuesta $13,72 en pasta dura y $13,03 en versión electrónica. Claro está, el archivo pirata de este texto se mueve por Internet desde hace días.
Mientras tanto, cada día, más niños y jóvenes usan una tableta electrónica como sustituto de los libros de clase y para tomar notas en las aulas. “De chiquitos van para grandes”, dicen los abuelos. Si la industria no se ha adaptado para cuando esos niños sean adultos, ya no tendrán un problema: tendrán un problemón.
El autor es periodista especializado en temas tecnológicos. Cuenta con una Maestría en Dirección Estratégica de Tecnologías de Información por la Universidad de León, España. Actualmente es el Editor SEO del Grupo Nación.