Oscar de la Renta, uno de los grandes señores de la moda contemporánea, nació en una isla del Caribe el 22 de julio de 1932. Fue uno de los diseñadores que puso en el mapa la moda estadounidense, a la que le inyectó vitalidad, elegante sobriedad y magistral equilibrio, pero nunca olvidó de dónde venía y siempre mantuvo sus vínculos con su país natal, la República Dominicana.
Su formación en la alta costura no pudo ser más exquisita y nació a raíz de su inclinación por las artes plásticas, que lo llevó a Madrid a estudiar en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Después de un tiempo, su padre le quitó el apoyo económico ya que deseaba que regresara a hacerse cargo de la agencia de seguros de la familia.
Lejos de volver, a fin de mejorar sus ingresos comenzó a diseñar trajes de alta costura para revistas y casas de moda. En la portada de la revista Life de junio de 1956 salió una fotografía en la que De la Renta daba los últimos toques al traje de presentación en sociedad de Beatrice Lodge, hija del embajador de los Estados Unidos en España, John Davis Lodge. La foto marcó el auspicioso debut del precoz diseñador, quien para entonces tenía apenas 24 años.
De allí al taller del renombrado Cristóbal Balenciaga fue solo un paso. Después de un intenso aprendizaje en aquel lugar, donde –bromeaba– comenzó “juntando alfileres en el suelo”, saltó a París, a la casa de modas Lanvin-Castillo, donde fue asistente de Antonio del Castillo.
Al comenzar la década de 1960, el artista cruzó el Atlántico y se domicilió en los Estados Unidos. En 1963 ya trabajaba con Elizabeth Arden en Nueva York, y cinco años después lanzó su propia marca. Convertirse en el modisto de las primeras damas Jacqueline Kennedy, Nancy Reagan, Hillary Clinton y Laura Bush, así como de decenas de otras celebridades, fue cimentando su bien ganada fama, que lo llevaría a ser llamado “el sultán de la delicadeza” por su maestría en el manejo de los tejidos vaporosos y por sus cualidades como ser humano.
Sin abandonar su propia marca, estuvo al frente de la colección de Pierre Balmain de 1993 al 2002. Fue la primera vez en la que un dominicano diseñaba para una casa de modas francesa.
Por sus méritos, Francia lo nombró comandante de la Legión de Honor, y España le confirió la medalla de oro de las Bellas Artes y la Gran Cruz de la Orden del Mérito Civil.
Contador de historias. Maestro en el arte de la conversación, muchos recuerdan sus anécdotas históricas y su fino humor. Amaba la vida social y los grandes eventos, y fue la ciudad de Nueva York la que le proporcionó ambos y lo hizo su rey.
Con su primera esposa, la editora de modas Françoise de Langlade, daba sonoras fiestas, con deliciosas cenas y originales decorados. Incluso, su colega Valentino (Garavani), en el libro At the Emperor’s Table (En la mesa del emperador), quiso que el coautor, André Leon Talley, dejase constancia de que De la Renta y Langlade eran para él los mejores anfitriones de la ciudad de los rascacielos. Igualmente lo sería con su segunda esposa, Annette Reed.
No obstante, esa faceta de bon vivant extravertido estaba balanceada por un sentido de la solidaridad social. Desde muy temprano patrocinó instituciones de ayuda a los menos favorecidos en Nueva York y en República Dominicana. En La Romana y Punta Cana, en su país, De la Renta creó y sostuvo albergues para niños situados en riesgo social.
Contador de historias. Los diseños más icónicos del dominicano fueron de trajes de noche. Si nos arriesgáramos a esquematizar qué define a sus creaciones, podríamos decir que son la sutileza de los tejidos, los tonos vivos, los bordados impecables, las faldas con volumen y el reinado del blanco.
Precisamente era blanco y voluminoso aquel primer traje de la debutante retratado en Life, y blanco e imponente también el último que realizó, el que llevó para su boda en Venecia la esposa de George Clooney, la abogada Amal Alamuddin.
Tratar de reducir a pocas palabras la magia de sus diseños es como intentar convertir, en mera fórmula química, las reminiscencias del Ylan-Ylang, aquel árbol de aroma delicioso de su casa materna en Santo Domingo, que le fascinó de pequeño y le sirvió de inspiración para su perfume enseña, Oscar .
Ningún esquema debería escaparse de subrayar los ecos de su tierra caribeña subyacentes en sus creaciones a lo largo de los años.
De la Renta solía decir que sus raíces dominicanas se hacían presentes en su pasión por la luminosidad, por el brillo y las cosas vibrantes. “De mi isla viene mi amor por lo exótico, por lo colorido y la luz”, declaró en una entrevista para The New York Times.
Esa característica la subrayó, después de su muerte, su amigo Julio Iglesias, quien habló del fulgor, en sus diseños, de la luz del mar de Punta Cana, donde ambos fueron vecinos.
También, como buen isleño, sintió pasión por el baile, pasatiempo que practicaba con frecuencia y para el que diseñó muchas de las amplias faldas de sus creaciones para la noche.
Se puede decir que él mismo fue la elegancia personificada. Se vestía con tan buen gusto y siempre estaba tan impecable, que recibió varios premios por ello. Proyectaba una imagen carismática y su encanto personal era legendario.
La diseñadora Diane von Furstenberg lo definió así: “Tiene el son de Latinoamérica, el saber hacer de Europa y la manera de sacarle a todo eso el máximo partido en los Estados Unidos”.
En sus propias palabras, la clave del éxito de este dominicano universal fue reinventarse continuamente y jamás mirar atrás.
....
Los herederos
El emporio de la moda de Oscar de la Renta ya es planetario y abarca ropa, perfumes y todo tipo de accesorios. El panorama cambió con su muerte el pasado 20 de octubre. Desde noviembre, el nuevo director creativo de la firma es el británico Peter Copping, quien hasta hace poco trabajaba con Nina Ricci y anteriormente con Marc Jacobs y las colecciones femeninas de Louis Vuitton.
Hay otro heredero, más ligado al fallecido diseñador: su hijo Moisés Oscar de la Renta. Hace ya casi treinta años, el célebre modisto –con cincuenta y dos años y sin hijos propios–, estaba en Dominicana de duelo por la muerte de su primera esposa, cuando se enteró de que unas monjas del Hogar del Niño –que él fundó y financió– habían encontrado a un recién nacido en un contenedor de desechos en La Romana.
El artista adoptó al bebé y lo llamó Moisés (salvado de las aguas). Se lo llevó a vivir en su residencia en Kent, en Connecticut, donde el niño crecería con su padre y Annette Reed, aprendiendo en vivo y en directo todos sus conocimientos sobre la moda, atraído como aquel por el arte, los jardines y la estética.
A los 19 años, Moisés ingresó en el Fashion Institute of Technology de Nueva York. En el 2009 acompañó a su padre a Barcelona a recoger el Premio Botón de Oro que le otorgó la empresa Mango, y le encantó la ropa de la firma catalana.
Así surgió la primera colección de camisetas: MDRFM (Moisés de la Renta for Mango), de estilo clásico y con motivos florales, uno de los sellos de identidad de la casa De la Renta.
La primera dama de los Estados Unidos, Michelle Obama, usó una de esas camisetas en una reunión en la Casa Blanca, y pronto el nombre de De la Renta, hijo, comenzó a aparecer en blogs y revistas de moda. El joven también se interesa por la fotografía y el diseño de modas. Está en construcción su tienda en Internet: mdlrnewyork.com