Bértold Salas Murillo / bertold.salas@ucr.ac.cr
E l argentino Manuel Puig fue, antes que escritor, espectador. Su cinefilia desborda las páginas de la novela El beso de la mujer araña (1976), en la que nos cuenta, por medio de las palabras de otro espectador, el personaje de Molina, ese clásico del terror que es Cat People (La mujer pantera, 1942), de Jacques Tourneur.
Esa misma pasión emerge en el título y los procedimientos narrativos de otra de sus obras más famosas: La traición de Rita Hayworth (1968). Otro tanto puede decirse de escritores como Gabriel García Márquez, Susan Sontag o Guillermo Cabrera Infante, cuyas obras están colmadas de referencias al cine, o bien de maneras de contar que evocan el lenguaje cinematográfico (el travelling, el montaje).
Puig encontró en la pantalla una invitación a la creación. Estudió cine y escribió algunos guiones, pero fue en un medio distinto del cinematográfico, el literario, en el que se expresó más sólidamente.
Son también abundantes los ejemplos de espectadores que no salieron de la sala de proyección a la hora de crear: François Truffaut y Quentin Tarantino, por ejemplo, son realizadores cuya cinefilia impregna cada historia y cada plano. Ellos dirían de su afición al cine como parece que dijo Borges respecto a la literatura: “Que otros se jacten de las páginas que han escrito; a mí me enorgullecen las que he leído”.
Los espectadores cinematográficos no son solamente receptores en el proceso de visionado de una película (o al menos, no tienen por qué serlo), sino que pueden jugar un rol activo, durante e, incluso, después de concluido el filme. Este rol es un asunto que no siempre recibe la atención que merece, acaso porque es más cómodo tratar un objeto fijo (una película en particular), antes que escudriñar en un territorio difuso, inestable y plural como la audiencia.
Como adelantamos al citar a Puig y Truffaut, entre las posibilidades de esta actividad se encuentra la creación, que constituye una respuesta a los estímulos que se encuentran en la pantalla. Este es precisamente el asunto de Espectadores/Creadores, un ciclo de cine organizado por la Universidad de Costa Rica y el Museo Rafael A. Calderón Guardia: explorar la relación entre el quehacer artístico y la condición de público de creadores que son invitados a comentar películas que han nutrido sus procesos creativos (ver recuadro).
Aventuras del espectador
Las formas del cine de Hollywood (el llamado Modo de Representación Institucional), que son las hegemónicas en la producción mundial, propician un público pasivo, poco dado a imaginar.
Sin embargo, incluso en este caso, los espectadores cumplen un rol en alguna medida activo: siguen la historia que les ofrecen, relacionan planos espaciales y temporales, descifran una representación social.
La actividad puede prolongarse más allá del filme, cuando el espectador puede buscar otras películas, canciones o información a propósito del mundo representado.
Comienza así un diálogo entre lo visto y lo vivido, e incluso puede sentirse invitado a la acción política (como pretendían cineastas tan diferentes como el anarquista Luis Buñuel o el comprometido Costa-Gavras) o a la creación (si el espectador posee la conciencia inquieta de los artistas). El filme siembra una semilla que germina al lado de todas las otras experiencias que nutren las prácticas cotidianas: la gente con las que se cruza, lo libros que lee, la música que escucha.
Los resultados del encuentro entre el filme y el espectador-creador son muy diversos, como ejemplifica José María Conget en su libro Viento de cine. El cine en la poesía española de expresión castellana (1900-1999) (Hiperión, 2002), el cual recoge un centenar de poemas, de Manuel Machado a Andrés Neuman, pasando por toda la generación del 27, siempre alrededor del cine: las historias que cuentan las películas, las experiencias que constituyen una visita a la sala de proyección, las fantasías que suscitan las obras fílmicas.
Los vínculos entre el cine y las otras artes se han dado siempre en las dos direcciones, si bien la mayor documentación se dedica a la que va de artes como la literatura, el teatro o las artes plásticas a la producción cinematográfica. Esto no impide que se hayan reconocido las relaciones que fluyen en el sentido inverso, es decir cuando el cine nutre el trabajo en otras disciplinas artísticas. Nuevamente con el caso de la literatura, una parte importante de la narrativa de la primera mitad del siglo XX se entiende en función de la emergencia de la narrativa audiovisual y escritores como John Dos Passos, Aldous Huxley y William Faulkner (y con él, García Márquez y Mario Vargas Llosa), articulan sus relatos a la manera del montaje cinematográfico.
Creadores de otras disciplinas han sido antes espectadores y establecido así un rico diálogo interartístico. Se ha señalado la influencia que películas como Metropolis (1927), de Fritz Lang; Playtime (1967), de Jacques Tati, o Blade Runner (1982), de Ridley Scott, en desarrollos posteriores de la gráfica y de la arquitectura. No es tampoco infrecuente que las puestas en escena contemporáneas repliquen los planos cinematográficos y los movimientos de cámara, como ocurre en las creaciones teatrales y operísticas del canadiense Robert Lepage.
En Costa Rica podemos recordar al desaparecido pintor Alberto Moreno, quien procuraba repetir en sus cuadros la cualidad cinética de la imagen cinematográfica. También en nuestro país, y en el mismo sentido de los poemas recopilados Conget , el poemario Cine en los sótanos (Germinal, 2011), de Alfredo Trejos, muestra cómo un artista puede transformar las delicias o las inquietudes encontradas en una película (como The Hustler [ El buscavidas , 1961], de Robert Rossen, o Taxi Driver [1976], de Martin Scorsese) en una creación completamente autónoma.
No se trata de adaptaciones –las cuales serían difíciles porque el cine es generalmente una forma narrativa y la poesía no–, sino del producto de un acontecimiento en la conciencia del poeta, quien recuerda cuando fue espectador, regresa a las películas que vio, a las emociones que las acompañaron…, y escribe.
Ciclo gratuito en Barrio Escalante Espectadores/Creadores.
Encuentros interartísticos en torno a una pantalla es un ciclo de filmes organizado por el Instituto de Investigación en Artes, de la Universidad de Costa Rica, y el Museo Rafael A. Calderón Guardia, del Ministerio de Cultura y Juventud. En cada sesión, un artista invitado introduce y comenta un filme escogido porque antes nutrió su proceso creativo. El foro se convierte así en una oportunidad para explorar el quehacer artístico. Los encuentros se realizan el primer miércoles de cada mes; estas son las próximas sesiones:
Miércoles 4 de octubre: Volver (España, 2006), de Pedro Almodóvar. Charla a cargo de Adriana Cuellar, coreógrafa.
Miércoles 1.º de noviembre: El veredicto (The Verdict, Estados Unidos, 1982), de Sidney Lumet. Charla a cargo de Alfredo Trejos, poeta.
Miércoles 6 de diciembre: Gilda (Estados Unidos, 1946), de Charles Vidor. Charla a cargo de Roberto Guerrero, artista visual.
Las actividades son gratuitas y tienen lugar en la sede del Museo Rafael A. Calderón Guardia, en barrio Escalante, San José, a las 6 p. m.