Por Alexánder Sánchez
Laura Astorga
Directora de Princesas rojas
En la cinta, las niñas no saben lo que sucede con sus padres. ¿Fue igual en su historia particular?
Así es, ni yo misma sé lo que pasó realmente. Ellos no hablan (sus familiares). Yo no lo sé y no me importa, porque no me pertenece. ¿Qué ganó sabiéndolo? No es un tesoro ahí detrás, no voy a encontrar una gran revelación emocional, ya Claudia es adulta.
”Mi apuesta con el público es que quieran una cosa, después otra, y que tras darse cuenta que les es difícil acceder al mundo de los papás, se relajen y busquen quedarse con el mundo de Claudia, que es el único que pueden comprender”.
¿A qué atribuye que sus familiares y allegados no quieran hablar el tema?
Creo que existe el deber de no decir cosas que se comprometieron a no revelar. Pero, por otra parte, hay otros que no quieren hacerlo por dolor, porque después de esa época vino el neoliberalismo salvaje y una izquierda que no pudo brindar un equilibrio.
”Los 80 fueron devastadores, se entregó mucho, había mucha pasión y creo que se esperaba mucho más. Ningún país de los que lucharon así se volvió Cuba, que es a lo que se aspiraba”.
La película participará en el Festival de Cine de La Habana, en Cuba. En otras ediciones del certamen, el proyecto ya había sido rechazado. ¿Por qué piensa usted que ahora sí fue aceptado?
Porque no es lo mismo aceptar algo terminado que algo que todavía está en desarrollo, un proyecto en el cual hay que invertir dinero.
O sea que nada tuvo que ver el tema político del filme...
No creo, o... sí... no lo sé. Eso lo sabrá el jurado seleccionador.
Claudia es una niña militante políticamente... ¿Sigue siendo así la Claudia adulta?, o sea usted...
En realidad no ha cambiado mucho, pero aspiro a eso de diferentes maneras. En este momento, en apariencia y desde afuera, veo que Uruguay es un ejemplo atractivo de socialismo.
”Pero eso no significa que este peleada con el resto de sistemas. Hay cosas atractivas, yo tuve a mi hija en el Seguro Social, y ese es un gran privilegio. No sé ni explicar la sensación de sentir a la salud casi como un recurso natural, algo a lo que puedo acceder así.
Uno ve la película y queda impactado al ser testigo de la situación de Claudia. ¿Esa vivencia personal es algo que le afecta personalmente todavía? ¿Hay dolor? ¿Hay heridas?
Tengo muchos mecanismos para enfrentar eso, psicoanálisis, psiquiatría, yoga y todo. Pero lo más importantes es que todo eso se queda en un diván y la película es otra cosa.
”La película puede ser, o no, resultado de todo eso, de esos dolores, pero, sobre todo, es la consecuencia de una maduración de ello. De hecho, la cinta duró ocho años en hacerse y ahora tengo otra visión; esa ingenuidad de Claudia está superada. En mi próxima película, mis personajes lucirán menos enamorados de una utopía política”.
¿Qué se puede saber de su próximo proyecto?
Todavía no mucho, pero sí tendrá un trasfondo político.