En su silla de director, Esteban Ramírez se percibe seguro. Sonríe seguido y, aunque suspira en momentos de tensión, muy pocas veces se ofusca.
Puntos para él, pues aunque no parezca, Esteban está montado en la bestia más bravía de su carrera fílmica.
Con Ámbar, su nueva producción fílmica, el cineasta tico se juega el todo por el todo dirigiendo actores argentinos que lo desafían al máximo y que le ponen una gran responsabilidad sobre sus hombros: cuando Ámbar esté terminada no solo se estrenará en pantallas ticas, sino que los cines comerciales argentinos le abrirían una puerta en su selectiva cartelera.
Es claro que a Esteban ya no le bastan los aplausos cosechados en Costa Rica, por lo que después de Caribe (2004), Gestación (2009) y Presos (2015), el tico se propuso buscar que sus historias crucen fronteras e impacten fuerte en salas extranjeras.
“Esta es la primera producción tica que cuenta con apoyo presupuestario del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales de Argentina (INCAA). Y bueno, todos sabemos que es una de la cinematografías más importantes del mundo. Eso es inédito y, ya te imaginarás, esto tiene que quedar bien”, proclama con orgullo Ramírez, sin dejar escapar una mirada de susto.
El proyecto, además, es coproducido junto a Morocha Films, otra empresa del país sudamericano encargada de cintas de gran nivel como El custodio (2006), Cachimba (2004) y Operación Fanjio (1999).
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Gracias a esas mismas sociedades, el día que La Nación acudió a la grabación de la cinta –en Río Oro de Santa Ana– a Esteban lo vimos conversando de tú a tú con Jorge Marrale, actor bonaerense de gran trayectoria y experiencia internacional.
Más de 30 películas, en las que destacan Cosecharás tu siembra (1992) y Vidas robadas (2009) le otorgan en el set una cobija de respeto. Las decenas de premios ganados en teatro, televisión y cine solo confirman su valía, pero no lo determinan: hablando con el tico este actor ché, que normalmente encarna villanos, se muestra afable y realmente accesible.
“Estoy encantado de estar trabajando en Costa Rica. Que lindo esto. No me quiero ir”, expresó sonriendo el argentino.
Sobre Esteban, a quien dice respetar grandemente, agrega: “es un director interesante, para él, el guion es algo vivo, no estático, y por eso no teme incorporar a los actores en su creación. Estoy encantado”.
En la película, Marrale encarna a Frank, un hombre económicamente acaudalado. Es gran amigo, mentor y protector del personaje protagonista, a quien da vida el actor costarricense Freddy Víquez (Presos).
En el filme -que precisamente terminó su rodaje ayer domingo-, Víquez es Helmut, un detective privado que se enfrenta de golpe a la paternidad no asumida.
Helmut llega a ese descubrimiento al enterarse que su hija Ámbar ha sufrido un grave accidente, en circunstancias muy extrañas. Desde los terribles hechos, el conflictuado protagonista no puede estar tranquilo, por lo que comienza a investigar por sus propios medios lo que pudo haber ocurrido con su hija.
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Sin dar mayores detalles, podemos mencionar que los abusos (ya veremos de qué tipo) y las relaciones rotas entre padres e hijos tomarán protagonismo. Según Ramírez, que no tiene temor en confesar que este es su filme más íntimo y arriesgado, la historia tiene un vínculo temático con uno de los dramas más queridos de su cosecha: Gestación (2009).
“En Gestación se mostraron las consecuencias inmediatas de dos jóvenes ante un embarazo no planeado y en Ámbar mostramos las consecuencias a largo plazo; no solo para los padres sino también para la hija. Entonces es una continuación, pero más compleja y con más subtemas”, explicó Ramírez el año pasado.
En una mesa, con vino.
El día que La Nación visitó el rodaje de Ámbar, tanto Helmut como don Frank (Marrale) están cenando juntos.
Les acompañan en la mesa la actriz chilena Eugenia García (Fiorella), pareja de Frank, y dos pequeñas niñas.
La escena se siente muy familiar. Una de las niñas toma selfies a los comensales, la señora de la casa la regaña y su padre en cambio la consiente. Hay brindis, risas y algunos encontronazos- nada graves-, entre Frank y su esposa.
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El único momento en que rompe la dinámica tiene qué ver con una pregunta, que, para no hacer spoilers, ustedes tendrán que dilucidar en el cine. Lo curioso es que la escena dura apenas unos minutos, pero para lograrla se necesitaron varias horas.
A pesar de que Marrale domina la escena con una elocuencia envidiable y sus acompañantes no decepcionan en sus intervenciones, la rigurosidad del cine exige perfección. Tomas abiertas vienen, tomas cerradas van y el ojo de Esteban buscando la toma ideal hacen que el reloj se coma los minutos.
En la cocina, que queda apenas a unos pasos del set principal, una chef prepara los alimentos que se consumen en la presunta cena. Son camarones, ¡y muchos camarones!, los que prepara, pues entre escena y escena, y bocado tras bocado de los actores, la comida en sus platos no se puede acabar.
Tampoco debe faltar el vino, por lo que la producción llena las copas constantemente. Después de varias horas de trabajo los actores han bebido bastante, pero para bienes del rodaje ninguno luce ebrio. Bueno, al menos eso parece.
Al ser las 11:30 p. m., la toma de la cena se ha logrado. Las niñas, que a esas horas de la noche ya tienen síntomas de evidente sueño, reciben ambas un caluroso aplauso por su participación en la cinta. El jolgorio es gasolina y ánimo para lo que falta, pues a esa hora aún queda otra secuencia por conquistar.
Cara a cara, padre e hijo.
Luego de mover luces, cables y cámaras -labor que se convierte por momentos en una auténtica locura-, se viene un encontronazo fuerte. Se grabará el momento en que Frank y su hijo Junior -encarnado por el actor argentino Agustín Pardella-, evidencian tener una muy mala relación.
El encuentro se da en la cocina y claramente es el inicio de un juego cruzado que toca de costado a Helmut. La escena representa un paralelismo importante en la cinta, pues queda claro que no solo el protagonista evidencia las consecuencias de la paternidad no asumida.
“El vinculo entre padre e hijo está roto, debilitado”, explicó Marrale.
“Frank ha adoptado a Helmut casi como un padre, y de alguna manera su hijo Junior lo resiente. Él se compara, lo ve como un hijo predilecto y le duele”, agrega el intérprete.
Para Marrale, lo que pasa con Helmut y su hija Ámbar, como lo que pasa con Frank y su hijo, es un especie de espejo que, en algún momento del filme, encontrará una relación crucial para el desenlace.
“No voy a adelantar mucho, claro, no es la idea, pero mucho de lo que pase al final tiene que ver con lo que pase con ese chico. Las historias se encuentran y llegarán algunos enfrentamientos inesperados”, detalla Marrale.
En línea con lo que dice Marrale las cámaras se dirigen a la cocina. El chico se está preparando un sandwich y, tras la llegada inoportuna de Helmut y Frank a la cocina, lo que se percibe es silencio y desprecio. Todo está muy claro, ya no hay risas, ni selfies, como en la cena.
Esteban, por su parte, no se deja contagiar por el drama recién acontecido y celebra con risas y puños apretados cuando las escenas le satisfacen.
“¿Esa, esa, esa toma te gustó, verdad?", me dice en el medio transcurrir de una toma. Se emocionó tanto que Lourdes Elizarrarás, su asistente de dirección, le jala las orejas: -’Silencio, que todavía se está rodando'-, le dice.
La toma queda, nada pasa, la verdad es que, cuando Esteban sonríe, suelta un poco las tensiones y el rodaje se hace llevadero. Fueron seis semanas de filmación, por lo que el buen ánimo tuvo que ser un condimento infaltable.
¿Cuándo viene?.
Tras el rodaje de Ámbar, la pregunta obligatoria es sobre el estreno del filme.
Y bueno, si todo sale bien, Esteban Ramírez comenta que para el 2020 Ámbar podría debutar en salas comerciales.
El Hospital México, el Ministerio de Justicia y varias otras locaciones josefinas, serán parte de las locaciones que los ticos podrán reconocer cuando vean la producción en pantalla grande.
Existen $700.000 involucrados para hacer realidad este filme, por lo que me resulta curioso preguntarle porqué a pesar del inmenso desafío lo noto muy relajado en el set.
“A esta altura siento ilusión, pero bueno, reitero que también la obligación de que tengo que dar un salto mayor a lo que he hecho”, reflexionó Ramírez.
“Pero mi tranquilidad tiene que ver no solo con el apoyo del INCAA, sino que también cuento con fondos de Ibermedia y El Fauno. He recibido mucho apoyo, sobre todo de afuera. Yo nunca he trabajado así. Antes hubo mucho riesgo, mucha complicación, esta vez es diferente”, añade el cineasta.
Que el director de fotografía, Sebastián Gallo, sea otro experimentado profesional argentino, le agrega otro soporte adicional a Ramírez. Además, por si fuera poco, toda la posproducción de la cinta se hará también en las tierras del mate.
Para Ramírez, Ámbar será su quinta película. Al finalizar el año estrenará la comedia dramática La boda del tigre, y después no habrá otra cosa que apurar la carrera y esculpir el filme al que ha apostado todo. Esperaremos, ansiosos, los resultados.