Con fuerte creatividad latinoamericana, tres historias distintas se intercalan en la película
Lo ancestral y lo moderno se entrecruzan en este filme. El guion sabe agrupar tres países en uno, que son donde ocurren “encuentros cercanos del tercer tipo”: el sabor latinoamericano (a lo tico) y la filosofía indígena esperan a los extraterrestres, mientras un enamorado chileno debe salir al espacio a despedazar un meteorito enorme que, nuevo Armagedón, nos amenaza con la destrucción total.
El guion ejerce un sutil amartelamiento con uno como espectador. Su galantería lleva al rendimiento amoroso con los personajes y sus circunstancias. La atmósfera de la película, sus decorados naturales, sus diferentes ambientaciones en países distintos, su estupenda fotografía y su admirable música son valiosos aportes –más que glosas– para que los personajes hagan creíble y seductora la trama total.
La música es estupenda. Siempre atinada. Melódica sin ser estorbosa. Es de lo mejor que he oído en cine para ver el paso de los acontecimientos a 24 imágenes por segundo.
Esta música es responsabilidad de José Manuel Gatica Eguiguren. Sobre la fotografía, ¡ni qué decirlo!, puedo escribir un artículo solo sobre ella.
Dicha dirección fotográfica es cumplida con sentido artístico por la costarricense Ana Lucía Jiménez Hine. Me alegra verla triunfar en cine con arte y sensibilidad. El trabajo de Ana Lucía es complacencia visual, pero sin interrumpir la fluidez del relato: cada encuadre, cada juego de colores y cada efecto fotográfico solo refuerzan la propuesta temática de la película y sus emociones respectivas.
Los actores se apoderan de sus personajes. Ellos están convencidos de lo que hacen y, con buena dirección actoral, nos “meten” las tres historias del filme adentro de nuestra sensibilidad. Debo destacar también la buena dicción de los histriones.
En los momentos claves, a la película pude sentirle la pasión con que se expresa, la honestidad de su mirada y cómo privilegia la búsqueda de la autenticidad sobre el diseño efectista.
Sabemos que el cine es arte del instante y de la fugacidad, pero –al menos yo– tendré en buen recuerdo a esta cinta, que se acerca a la idiosincrasia latinoamericana con aquel sabio consejo de José Martí: conocernos para crear. Los cineastas metidos en este proyecto tienen cosas que decir y sí que las saben decir.
Para terminar: