Las comedias románticas o sentimentales de Hollywood me recuerdan una canción de
Hoy le toca al filme
Ahora nos hace sentir, en el cine, que estamos ante otro título de alguna de sus series, capítulo estirado como si fuera goma de mascar. La única diferencia es que ante la pantalla grande no tenemos un control para cambiar de canal.
Esta vez, la comedia brota de una situación dramática manipulada de manera absurda. Según el argumento, un joven matrimonio vive más feliz que moscas en un queque, todo está bien ordenadito y los cónyuges tienen una linda bebé. Eso sí, el esposo y la esposa desean que sus mejores amigos sean pareja entre sí, pero estos se rechazan desde la primera salida (ya sabemos lo qué pasará al final: la trama está más cantadita que un bingo).
Es cuando el filme se pone tonto con una salida fácil: el matrimonio feliz muere en un accidente. La bebé queda sola, porque no va con ellos.
El testamento dice que los amigos en cuestión, Holly y Messer, sean los padres postizos de la niña (¿es creíble?). Eso obliga a Messer y a Holly a vivir juntos para el cuido de la guilita. Dicen que con música, se amansan los demonios, aunque la música sea un lloro infantil.
En tanto, con la trama, ocurre más de lo mismo: es lo que siempre vemos en este tipo de cine tan superficial, de diálogos vacíos, de pocos chistes buenos entre un montón de lugares comunes, de rodaje funcional, con música cajonera y un montaje sin esfuerzo y descuidado (las secuencias pegan unos saltos narrativos que parecen los viejos cortes de los malos proyectores de antes).
Ciertamente, hay buena química entre la pareja histriónica. Desde la guapura. Son Katherine Heigl (como Holly) y Josh Duhamel (como Messer). No es que actúen bien, sino que se ven bien. Es diferente, porque ella y él solo flotan como intérpretes, pese a los malabarismos de sus personajes. Ni él ni ella, como histriones, hacen creíble la situación del relato.
No quiero ser grosero con esta comedia de pocos buenos momentos, cursi casi siempre y por ratos tontamente dramática (¡es cuando exaspera!), pero me gustaría afirmar algo como lo que sí escribió el crítico Joe Morgenstern (en
Pienso que construir una comedia telenovelera a partir de una tragedia forzada es signo no solo de mal gusto, sino de inopia intelectual. En todo caso, ¿no se les parece este argumento al de