Científicos de Alemania, Grecia y el Reino Unido entrenaron a un robot llamado James para convertirlo en un camarero.
El objetivo no era solamente enseñarle a servir, sino que el androide aprendiera a interpretar las señales que estaba recibiendo de sus clientes ya fuera para ignorarlas, o bien, para acercarse a atenderlos.
Jan de Ruiter, uno de los científicos, explicó que para programar a James decidieron preguntarse “¿cómo un barman humano resuelve el problema de identificar lo que quieren sus clientes y si un robot podría utilizar estrategias similares?”.
Metodología. El estudio, publicado en Frontiers in Psychology, creó al robot llamado James y lo colocó en la barra de un bar. Por un lado, se situaron clientes para interactuar con él y luego se les solicitó evaluar el servicio.
Por otra parte, en el laboratorio se seleccionó a un grupo de personas para que se convirtieran en los ojos y oídos del camarero androide.
Los voluntarios se sentaron frente a la pantalla de la computadora, donde tenían acceso a la información y datos que tendría el robot: presencia de los clientes, posición en el bar, posición de su cara, ángulo del cuerpo y el ángulo de la “cara” de James.
“Estos voluntarios realmente se metieron en la situación. Ellos contaban únicamente con los datos robóticos. No tenían video. Esto era muy importante, porque queríamos que actuaran intuitivamente, sin reflexionar sobre sus acciones”, dijo De Ruiter.
Aprendizaje. Tras realizar la investigación, los científicos encontraron que el mayor reto es lograr algo que es inusual para una máquina: ignorar ciertas informaciones o datos duros y enfocarse más bien en signos sociales o reacciones, incluso en el lenguaje no verbal.
Por ejemplo, durante el estudio, los voluntarios que estaban detrás del robot notaron cuando algunos clientes del bar querían ordenar algo; esto, porque se acercaban a la barra y miraban a James. Según reconoció Sebastian Loth, coautor del reporte científico, “esa acción es una especie de apretón de manos visual o antesala para que el cliente pudiese ordenar su trago”.
En el momento en que el robot camarero perdía el contacto visual con el cliente, interpretaba que este se había ido y no le servía ningún trago. Incluso volvía a atender al cliente de cero, asumiendo que era otra persona.
Sin embargo, cuando los participantes del estudio estaban interpretando las señales que recibía el robot, le daban importancia también a lo que el cliente decía, aunque no estuviera en el rango de visión del robot.