Apenas tenía la edad de un adolescente el Organismo de Investigación Judicial (OIJ) cuando tuvo que enfrentarse a uno de sus mayores retos, que, hasta el día de hoy, sigue sin resolverse.
Una cadena de 19 homicidios atribuidos a un misterioso personaje, al que se le bautizó como el Psicópata, comenzó el 6 de abril de 1986, cuando siete mujeres fueron asesinadas en Alajuela. Para entonces, la Policía Judicial cumplía sus 13 años de existencia.
El último de los crímenes que se le achacó a ese sujeto, que mataba con una ametralladora M-3, ocurrió el 25 de abril de 1996. El cadáver de Mauricio Cordero López y el de su novia, Ileana Álvarez Blandón, fueron encontrados en Patarrá de Desamparados.
Diez años de muerte en los que los agentes judiciales no lograron capturar al responsable.
La forma de actuar del desconocido pareció dejar sin defensa a los oficiales del OIJ.
Gerardo Láscarez, exsubdirector del OIJ, comentó en el 2005 que la Policía Judicial no estaba preparada para ese tipo de homicidios. Según dijo, los agentes interpretaron el acto como un tipo de delincuencia común, cuando se trataba de un tipo de criminalidad nunca antes vista en el país.
Quienes han estado al mando de ese cuerpo policial, han expresado en diversas ocasiones que si los crímenes hubiesen sido en esta época, los resultados serían más positivos.
Pero, ahora, las autoridades temen que la Policía se quede atrás ante los métodos que emplean los delincuentes por una estructura administrativa antigua, pensada para otro tipo de delitos.
Dudas recientes. El caso del Psicópata no fue el único que dejó en jaque a la Policía Judicial.
Incluso, cuando la entidad ya estaba en su edad madura, la desaparición de una niña de segundo grado de escuela dejó sin respuestas a los agentes.
El 5 de setiembre del 2005, en Horquetas de Sarapiquí, una familia reportó que la menor Josebeth Retana Rojas, de 8 años de edad, estaba extraviada.
El último rastro de la menor, quedó en boca de al menos siete personas, quienes aseguraron al OIJ que la habían visto caminando sola hacia su casa.
Al día siguiente, el cadáver de la niña apareció en una quebrada. Su pantalón no tenía botón y la cremallera estaba descosida.
En su ropa interior, aparecieron vellos púbicos que presentaban ADN de la madre y del vecino Alexander Salamanca.
La Fiscalía consideró que esa prueba generaba dudas, y en noviembre del 2007, a falta de elementos que ayudaran a descifrar los sucedido, se archivó el caso.