El precio barato con que venden los licores es la mejor señal de que se trata de un producto adulterado y de dudosa procedencia.
Así lo ratificaron de manera separada Luis Alonso Bonilla, director de la Policía de Control Fiscal (PCF), y Juan Ignacio Quirós, subadministrador de la Fanal.
Precisamente, Quirós dijo que es imposible para alguna empresa vender una botella de 365 mililitros en ¢700, pues ese es solo el monto que se debe pagar en impuestos. “Además, se deben incluir otros costos como son los de la producción”, afirmó .
Mientras tanto, Luis Bonilla manifestó que el indicador del precio debe alertar al consumidor de que el producto no es legítimo.
“Es imposible traer un litro de whisky Johnny Walker y venderlo en ¢5.000 o ¢6.000. Esos son rellenados. Puede ser que usaran otra marca de whisky. El sabor tal vez puede ser similar, pero los efectos son diferentes. El consumidor se dará cuenta posiblemente al día siguiente”, mencionó.
El jefe policial agregó que el envasado y el etiquetado es casi igual al original. “Tiene que ser un ojo entrenado. Los sellos tienen ciertas características, pero el común de la gente no los va a poder detectar”, afirmó.
Sin embargo, ambos personeros advirtieron que el principal problema es el riesgo para la salud que representa el consumo de estos productos, porque no hay garantía de la calidad sanitaria.
Señalaron que el principal es la cantidad de metanol, una sustancia que puede causar ceguera y un mayor consumo puede llevar a la muerte porque es tóxico.