30/08/2012 En Liberia en una casa de precario, la madre del nio que falleci el 30 de Diciembre del 2008 cuando fue sepultado por dos cargamentos de basura, la seora Doris Mondragn, habla sobre el Juicio, donde condenaron al tractorista y a la Municipalidad de Liberia/Alonso Tenorio (Alonso Tenorio)
Anthony Vásquez (de 10 años) caminó durante dos horas entre atajos, buscando las “olas” que minutos después sepultarían sus ilusiones. Estaba contento porque dos sobrinos suyos, menores que él, lo visitarían desde Limón.
En su casa, en el asentamiento Martina Bustos (Liberia, Guanacaste), el ambiente olía a tamales gracias a que un grupo misionero había donado a su madre, Doris Mondragón, una canasta con víveres y la carne.
El niño también salió premiado: los filántropos le regalaron una mudada que estrenaría en el año nuevo. Sin embargo, la vistió el mismo día que llegarían sus sobrinos: 30 de diciembre del 2008.
Antonio Oporta, vecino y amigo de los Mondragón, llegó ese día con su hija Isayana (12 años) a la casa de Anthony, a 200 metros de la pulpería La Chismosa.
Ambos pidieron a Doris que dejara al niño ir con ellos al vertedero “Palí” para recoger tablas de madera. “Yo le dije que no fuera, pero él quería buscar unos carritos para jugar con los sobrinos”, relató la madre, quien accedió al ver que su hijo pretendía buscar regalos de Navidad.
Toño, Isayana y Anthony salieron a las 10 a. m. De la humilde casa al “mar” de basura habrían tardado dos horas si hubiesen tomado los atajos, pero no llegaron a la “playa”, sino a “olas” de basura.
Decenas de “buzos” se sumergen a diario en el vertedero municipal de Liberia, donde se suman perros, zopilotes, camiones y tractores. Este es el sitio que los vecinos del precario apodan “Palí”, cual supermercado donde se obtiene alimento, ropa, zapatos, aparatos electrodomésticos y materiales para reciclar, construir o reparar sus viviendas.
Anthony sabía que en época navideña entraba lo mejor; sin embargo, tras pocos minutos de haber llegado, su búsqueda solo había resultado en unos lápices de colores.
El niño enfocó ahora su mirada en las bolsas que traía un camión recolector, pero la brisa que elevaba la arena caliza no le permitía distinguir bien lo que parecía ser un Nintendo. Isayana vio lo mismo y los dos corrieron hacia este.
Un tractor municipal del tipo oruga se encargaba de recoger lo que llegase para acomodarlo en el botadero, y comenzó su labor.
Anthony se mezcló entre las bolsas, mientras Isayana solo observaba de cerca.
De repente, el tractorista inició las paladas sin percatarse de que el niño estaba siendo enterrado por la basura. Isayana hacía señas y gritaba para que se detuviese, pero no la oyó. Su padre sí la escuchó a lo lejos, se acercó y de inmediato se dio cuenta de lo que pasaba. El operario del tractor paró la máquina.
Todos los buzos comenzaron a buscar a Anthony entre los escombros, pero cada minuto que pasaba reducía la esperanza de hallarlo con vida. Al cabo de 20 minutos, el cuerpo del menor apareció.
“A la 1 p. m. me vinieron a avisar que tenía una mala noticia. Nunca creí que era eso ni creí que fuese para él. Vieras qué duro es para uno el recordar”, contó la madre. Según la autopsia, el niño sufrió una asfixia por sofocación.
El Tribunal Penal de Liberia condenó el viernes al tractorista a seis meses de prisión por homicidio culposo, pero le dieron el beneficio de la ejecución condicional.
Anthony nació en Limón, donde también ingresó en el Jardín de Niños Los Corales. El 18 de diciembre del 2005, asistió solito a su graduación porque su madre enfermó.
Al año siguiente, la familia se mudó con él y tres hermanos más (de uno, cuatro y cinco años) a Sardinal en Carrillo, Guanacaste. Allí estudió hasta tercer grado en la Escuela Bernardo Gutiérrez.
En junio del año pasado, la madre de Anthony compró una casa en ¢600.000 en Martina Bustos.
Seis meses después, la vida de ella dio un giro del cual aún no se repone. “Anthony iba a ser un hombre grande, pero no tuvo una segunda oportunidad. Él nunca dejará de hacerme falta”, asegura la mujer.