En el campo de la gastronomía, a este genio vegetariano, la historia lo señala como el padre de un sinnúmero de inventos.
Su primer acercamiento con la cocina comienza al dedicar sus noches a servir platos en la taberna de “Los Tres Caracoles”.
Por cuestiones circunstanciales, el muchacho Da Vinci queda a cargo de la cocina del lugar y, entonces, inicia su camino entre artilugios para ahorrar esfuerzos en esta y recetas compuestas, principalmente, por vegetales que “civilizaran” los platos descomunales de carnes y polentas que, definitivamente, no identificarían el sabor del Renacimiento.
Da Vinci sentía un especial orgullo por su plato nouvelle cuisine, pequeñas porciones de manjares servidos sobre la amada y odiada polenta (una especie de puré elaborado a base de trigo y agua), el alimento que más se consumía en la Europa de su época.
Era el plato principal en la taberna, y tal fue el descontento de los comensales, que el ya cocinero y pintor, tuvo que huir para salvar su vida. Leonardo se convierte en consejero de fortificaciones y maestro de festejos y banquetes en la corte de los Sforza.
Es a partir de su estancia con esta familia, que comienza a hacer sus anotaciones, entre observaciones sobre la cocina y hábitos alimenticios que, más tarde, darían forma al Codex Romanoff.
Estableció la importancia de tener una fuente de fuego constante. Además una provisión constante de agua hirviendo. También aparatos para limpiar, moler, rebanar, pelar y cortar.
Igualmente, fue propulsor de un buen ambiente en la cocina y propuso el uso de la música, pues los hombres trabajan mejor y más alegremente allí donde hay música.
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Se le atribuye la máquina para formatear espaguetis (a la que llamó spago mangiabile o “soga comestible”).
Otro de sus inventos fue una máquina para cortar berros y, posiblemente, el sándwich o emparedado. En este último caso, él escribió que “la rebanada de carrillo de buey debe ir entre sendos pedazos de pan y no al revés y que así se podrá disponer toda suerte de cosas entre los panes: ubres, testículos, orejas, rabos, hígados”.
Cuentan que cuando aceptó pintar “La Última Cena” para el Priorato de Santa María delle Grazie, Leonardo se tomó su tiempo de inspiración, durante el cual colocó sobre la mesa los mejores manjares del priorato en busca de la expresión de los comensales que deseaba pintar, al mismo tiempo que registraba por escrito todo lo que acontecía.
También se le atribuye la invención de la servilleta y el haber logrado otro diente al tenedor de entonces, y diseñó un molinillo de pimienta inspirado en el gran faro de Spezia. Diseñó un asador automático para que el personal no estuviera todo el día dándole vueltas al espetón sobre el fuego. También inventó un prensador de ajos y una cinta transportadora de troncos para llevar al fuego.