La luz del sol se pierde entre los edificios y las montañas, entre el azul del mar y los pájaros volando. Ha pasado un día ajetreado, donde el tiempo y yo no éramos amigos, en cada tarea que hacia debía ganarle, todo es urgente, todo es importante, todo es necesario.
Pero al caer la tarde, el tiempo y el atardecer trabajan juntos para abrazarme.
Mi mirada persigue los colores del cielo y los rayos del sol acarician mi rostro. Tomo conciencia del ciclo natural del día. El tiempo se detiene por unos instantes y el sol se despide con un cálido adiós. Le da paso a la luna y a las luces que adornan las calles.
He visto el atardecer un día más, el cielo se vistió de colores naranjas, amarillos y rojos, la inmensidad de sus colores me ha conectado conmigo misma. He tenido la oportunidad de disfrutarlo un día más y sólo puedo agradecer.
La mirada persigue el atardecer. Esos momentos son los que en verdad importan.
Periodista de revistas y suplementos. Bachiller en periodismo de la Universidad Latina de Costa Rica. Amante de los derechos humanos y temas sociales.
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