Ya no es la pregunta ‘¿me podrías contar cómo se hacen los chiquitos?’, la que sonroja y pone en aprietos a los papás.
En estos tiempos de tantos divorcios y separaciones, también hay que estar preparados para cuando los hijos pregunten, ‘¿y quién es ese(a) que está llamando tanto a la casa?’.
Pocos ponen en duda el que hombres y mujeres tengan derecho a enamorarse de nuevo cuando una relación anterior ha fracasado. ¿Cómo negarles ese permiso a reconstruir su vida? Sin embargo, la tarea de presentar al nuevo compañero(a) debe tomarse con gran seriedad, sobre todo si los hijos son muy pequeños.
María Esther Flores, psicóloga especialista en terapia familiar y de pareja, afirma que hoy es sumamente común tratar con chiquitos de papás separados por diferentes circunstancias, y atender a la llamada “familia reconstruida” (tu familia, mi familia, nuestra familia).
“Es muy importante que, desde pequeños, los papás les hablen a los hijos sobre el amor de pareja. Deben saber que existe y que no está exento de conflictos”, aconseja.
Esto puede servir de preámbulo para que luego papá o mamá les cuenten que llegó una persona con la cual se sienten bien y que los(as) quiere.
La terapeuta recomienda no involucrar muy rápido a los niños con el nuevo novio o novia. “Primero, los chiquitos tienen que elaborar el duelo por el papá o la mamá que ya no está. Además, hay que preguntarles si quieren conocerlo(a) y pedirles permiso para presentárselo”, explica.
Y algo que resulta básico pero muchas veces se olvida, es esto: no conviene involucrar a los hijos con la nueva pareja sin tener antes la seguridad de que la relación es sólida.
Una frase clave en esa conversación con sus hijos es: “Quiero que sepás que esta es la persona que yo quiero, pero vos no estás obligado a quererlo”. Cuando se dice esto, asegura Flores, los menores se abren más a la nueva relación de papá o mamá.
En cuanto a la edad de los hijos, la evidencia apunta a que los más afectados con estas nuevas relaciones son quienes tienen 5 años o menos, pues carecen de vías directas para demostrar su acuerdo o desacuerdo con una relación.
Ellos no tienen un vocabulario lo suficientemente amplio como para expresar lo que opinan y suelen limitarse a observar y a “sentir” la relación. “De repente, lo manifiestan poniéndose muy llorones o muy apegados con la mamá”, dice Flores.
Entre los 5 y los 11 años, tienen más posibilidades de asimilar las relaciones nuevas, aunque muchos se podrían cerrar y decir que no lo(a) aceptan porque tienen más años de alianza con el progenitor que no está en casa.
“Hay que respetarles su derecho de no querer conocer al novio(a), pero a la vez explicarles que, aunque separados, papá y mamá tienen derecho a ser felices”, agrega.
Cuando los hijos son adolescentes, empiezan a aparecer las historias de jóvenes que hacen de todo para que esa nueva relación no prospere: desde hacerle trampa a la mamá para que no vea a su novio, hasta ofender a quien intenta convertirse en el nuevo miembro de la familia.
“Normalmente, el blanco de los ataques es el nuevo compañero de la mamá (lo más frecuente es que la mujer se quede con los niños).
“Cuando son los hombres quienes viven con sus hijos, se enfrentan menos líos a la hora de presentar a la nueva compañera pues las mujeres suelen ser más maternales y así logran llevarse mejor con los chiquitos.
“Pero, ¡cuidado!, porque es posible que los chiquitos se queden con la culpa de sentirse desleales con su mamá biológica. Este es un asunto al que se le debe prestar atención”, asegura la terapeuta.