De todos los líderes mundiales que tuvieron algún grado de protagonismo durante la crisis de los misiles, solo sobrevive Fidel Castro.
No se trata únicamente de una supervivencia física –el líder cubano cumplió 86 años de edad en agosto–; se trata, sobre todo, de la supervivencia de la revolución que lo montó en el poder en 1959, y todo lo que esta significa en la actualidad.
Con tan solo 36 años, el joven comandante y líder revolucionario puso a temblar en aquel entonces a su mayor adversario político, al prestar el territorio de la mayor de las Antillas para la Operación Anádir.
Después de su victoria ante la fallida invasión de Bahía de Cochinos (1961) –respaldada por Estados Unidos.–, el novel estratega buscó más razones para poner a arder de la cólera a los yanquis.
Y lo logró. La instalación de los misiles nucleares en suelo cubano, le dio a los soviéticos la oportunidad de extender sus bases al “patio trasero” norteamericano y poner al Tío Sam a sudar de la congoja.
Fueron dos semanas con los ojos del mundo en Cuba. Aunque la participación de Castro no fue decisiva en la solución del conflicto, el comandante se puede dar el lujo de decir, en retrospectiva, que la isla mantuvo en vilo al mundo entero.
Ni Kennedy ni Kruschev y tampoco sus diligentes encargados de la diplomacia al más alto nivel, sobreviven física ni políticamente.
La URSS se desintegró en 1991 y, con ella, el corazón del régimen socialista. Kennedy, por su parte, cayó abatido por las balas en 1963, un año después de prometer que su país nunca intentaría invadir a Cuba a cambio del retiro de los misiles de su tercera frontera.
Múltiples fuentes coinciden en el interés del líder cubano en saltar a la arena internacional de una manera más activa durante el conflicto, que se desarrolló del 14 al 28 de octubre de 1962.
Fidel no lo logró, porque quienes se llevaron finalmente la atención de las cámaras y las agencias de noticias fueron los líderes de las dos superpotencias: John F. Kennedy y Nikita Kruschev.
Al final de cuentas, lo que sí ha logrado Castro con el paso del tiempo ha sido mantener viva su revolución y evitar una nueva incursión estadounidense.