Tokio. Bryan el Tiquito Vásquez se paseaba por el ring del gimnasio Teiken como si estuviera peleado con el mundo.
Durante la práctica de manopleo con su entrenador, Ezequiel Obando, daba puñetazos con verdadera rabia.
La mirada afilada y el gesto más grave que se le haya visto en toda su carrera: el hombre solo quiere que suene la campana para que ir por Takashi Uchiyama.
El pegador costarricense cerró su preparación para el combate de mañana ante el japonés, campeón mundial en propiedad de las 130 libras de la Asociación Mundial de Boxeo (AMB), en el Ota City de esta ciudad.
Luego de la práctica vespertina, cuando caía acá la noche del sábado y la madrugada de este apenas vivía sus primeras horas en Costa Rica, el Tiquito se dirigió a su hotel para someterse a la revisión médica de rigor con la doctora Elizabeth Flores.
“Está en perfectas condiciones, pero como el tiempo sin alimentos va a ser prolongado decidimos que tuviera reposo total.
“Está muy bien y está en el peso adecuado”, aseguró Flores, el sá bado, luego del chequeo que le realizara al pugilista.
Por ese motivo no concedió entrevistas luego de su práctica.
Vásquez debía permanecer sin alimentos hasta la hora del pesaje (2 p. m. en Japón del domingo 30; las 11 p. m. del sábado 29 en Costa Rica).
Mientras esperaba el transporte hacia el hotel, no perdió el gesto grave, de enojo, y se concentró en un juego de Play Station.
Cualquier despistado habría confundido el gesto del pugilista con algún problema; en realidad, se trataba de los deseos de un peleador de que arranque el asunto de una buena vez.
“¡Qué se deje el título, lo que yo quiero es ganar!”, se atrevió a expresar Vásquez, con rabia. Una llamada de atención de Obando le recordó que las dos cosas van juntas.
En ese cierre de preparación, Tiquito se topó con una sorpresa durante el rutinario chequeo médico: su rival, Uchiyama, a quien no esperaba ver sino en la ceremonia del pesaje que suele programarse antes de este tipo de peleas profesionales.
Sin que estuviera programado, de un momento a otro, los dos estelaristas se vieron cara a cara.
Curiosamente, la sala estaba inundada de periodistas japoneses y se montó una improvisada como breve conferencia de prensa.
El nipón se declaró sorprendido del estado físico del tico; este reiteró su confianza en sí mismo e invitó a la gente a la pelea.
Tiquito se mostró cordial pero serio, una seriedad que avanzó en el entrenamiento y que concluyó en una rabia de alguien que desea pelear de una buena vez.