Los 8.000 sacos de café que cargaba cada día, las jornadas empacando chayote y el sudor derramado en cada sesión de pesas con los “hierros” premian a Evaristo Cortés, Cachí, quien hoy tomará un vuelo a El Salvador, para competir en su primer Campeonato Mundial de Fisicoculturismo Máster.
El torneo, que se disputará entre el 10 y el 14 de diciembre, representa la quinta cita planetaria para Eva, pero la primera con los de su misma edad: veteranos.
“He ido a cuatro mundiales, todos abiertos, donde siempre son más jóvenes... esta vez voy contra los más expertos”, expresó Cortés el lunes pasado en el gimnasio Multispa Cipreses, Curridabat.
Allí tiene 17 años de laborar, tras haber estado en los gimnasios Atlético y Apolo, Cartago.
Pero, antes de esculpir su vida deportiva entre fierros, este hijo del barrio Loaiza, Cachí, trabajó cuatro años como “conchero”, ganando ¢7 por cada saco jalado.
“Eran jornadas de hasta 18 horas, cargábamos como 20 camiones de 250 sacos y descargábamos entre 15 y 20 más… a veces uno dormía encima de los sacos esperando para cargar los tráilers porque el barco se iba”, recuerda Cachí, como se le conoce a Cortés.
Y es que la vida de este esposo y padre de familia ha sido difícil desde pequeño: a los seis ya cogía café bajo el mando de su papá, Eligio Cortés (q.d.D.g.), a los 12 salió de la escuela para trabajar en una empacadora de chayote y cinco años después se hizo “peón”.
Allí su mente fijó la mirada en ser algo más, y el fisicoculturismo fue la salida indicada.
Claro, para Eva el camino se tornaba incierto, ya que dejaba un trabajo fijo, con aguinaldo y seguro, para emprender una aventura que lo inspiraba, más no le garantizaba estabilidad.
“Gracias a Dios me ha ido bien, tengo bastantes clientes y soy feliz, tengo una familia y salud”.
Radicado en Paraíso, donde vive con Yolanda Gutiérrez, esposa, Sebastián (11 años) y Josué (7), sus hijos, Eva mantiene la misma convicción de cuando jalaba sacos, sin cansancio ni quejas.
Para él no existe otra forma, y así ha ganado 22 títulos nacionales, más que cualquier otro.
“La gente no se da cuenta de lo que significa ir a un Mundial de fisicoculturismo en el que de millones solo competimos 20 o 30, esto es tan o más exigente que cualquier deporte, representa entrenamientos largos y fuertes y alimentación sana, tal vez hasta más saludable que otros”.
Tras ser noveno, décimo cuarto y dos veces sétimo en mundiales abiertos del 2012 al 2015, Cachí viaja al Máster por el premio final a una vida de luchador.