Con once años de edad, Isabel Rojas y Dayanara Robles se levantan muy temprano para emprender una caminata de 30 minutos para llegar a la escuela de Herradura, en Pérez Zeledón.
Por las empinadas calles de lastres empiezan su viaje a las 6:30 a. m., desde los pequeños poblados conocidos como El Alto y El Alto de Los Robles, en las faldas del cerro Chirripó, con la ilusión no solo de concluir el sexto grado, sino también de jugar al baloncesto y representar a su institución.
Hace dos años, las niñas, que son de buenas calificaciones y sueñan con ser doctoras, solo se dedicaban a jugar bola y correr dentro de la escuela junto al resto de sus amigas, pero desde que la profesora de inglés Guiselle Gómez les enseñó a jugar básquet, todo cambió y ahora las 15 alumnas del centro educativo practican baloncesto.
La perseverancia del grupo las llevó a representar a la Zona Sur en la final nacional de baloncesto femenino escolar, donde participaron los mejores ocho equipos masculinos y femeninos, que se celebró esta semana en la Amadita Primary School en Coronado, San José, donde dieron todo su esfuerzo para representar dignamente a su comunidad.
La escuela tiene 26 alumnos, de los cuales, 19 son niñas; 10 de ellas están en la selección. La directora de la institución, Isabel Rojas, imparte lecciones a todos los alumnos del primer ciclo, mientras que Guiselle Gómez les enseña inglés y baloncesto.
“Cuando hace dos años llegué a la escuela, noté que había un grupo de niñas bastante altas y les pregunté si les gustaría aprender a jugar baloncesto. Ellas no tenía idea de cómo es el deporte, ni siquiera sabían picar una bola, pero aceptaron el reto, se entusiasmaron mucho y empezaron a entrenar en un salón comunal, porque allí no hay gimnasios”, recordó Gómez.
La educadora, que participó en Juegos Deportivos Nacionales y actualmente practica el maxibaloncesto, empezó con enseñarles las reglas y los fundamentos básicos que las pequeñas rápidamente asimilaron. Posteriormente gestionó con miembros de la comunidad que le instalarán unos tableros de madera para las prácticas de enceste.
“Como en la Zona Sur no hay equipos femeninos, vi la oportunidad de enseñarles a las niñas, que aprendieran un deporte y lograran salir de su entorno. Le dije al entrenador, Jimmy Rojas, que me ayudara a dirigirlas en la final nacional. Todo fue muy rápido, pero las chiquitas están muy entusiasmadas, al punto que las 15 estudiantes practican el baloncesto”, expresó Gómez.
La directora Isabel Rojas narró que la comunidad ha realizado un gran esfuerzo para sacar el proyecto adelante y que todos han colaborado para que las niñas puedan trasladarse al centro de Pérez Zeledón a foguearse. Resaltó que las pequeñas muchas veces deben entrenar los sábado y se foguean contra equipos masculinos, sin importar las distancias que deben recorrer a pie.
“Agrademos a los padres de familia que han confiado en nuestro proyecto. Son personas muy esforzadas que se dedican a trabajos agrícolas, a la construcción e incluso son arrieros que suben hasta tres veces al cerro Chirripó con los turistas. También hay dos familias de la comunidad indígena cabécar de Sitio Hilda, que se quedaron a vivir en el pueblo. Todos ellos hacen un gran sacrificio por sus hijos para costearles los uniformes y las tenis”, manifestó Rojas.
No obstante, la formación de los niñas en edad escolar no queda allí, pues la profesora de inglés resaltó que aunque este año cuatro terminan su sexto grado e ingresarán al colegio de la comunidad de Canaán, en Pérez Zeledón, ya hay otras que están listas para tomar su lugar en la escuela de Herradura.
“Esperamos adquirir más experiencia y continuar participando en la final nacional de baloncesto escolar, pero también ya hablamos con el colegio de Canaán para que el otro año podamos formar un equipo de baloncesto e intentar clasificar a las finales colegiales. Nuestra meta es que cuando cumplan 17 años podamos clasificar a la comunidad a los Juegos Nacionales”, aseguró Gómez.
De momento, Jimena y Dayanara continuarán caminando por las calles de lastre, no importa si hace sol o llueve, para llegar a la escuela de Herradura. Cargarán en su mochila los cuadernos, las tenis y la ilusión de seguir estudiando, jugar baloncesto, asistir al colegio y convertirse en doctoras.