Futbolísticamente hablando, “princesas” puede ser un mote cariñoso y adecuado para aquellas jugadoras que se esfuerzan por alcanzar sus sueños y, como en los cuentos de hadas, logran sus objetivos unidas, en equipo, a pesar de mil y una vicisitudes.
Los “princesos”, en cambio, tienen 1.001 facilidades. Habitualmente, militan en equipos grandes o fuera del país, reciben buenos salarios, visten a la moda, algunos cambian de novia (casi siempre modelo) como de calzoncillo, andan en carros de lujo, meten centenas de goles (en Play Station) y suelen tener problemas de arrogancia e indisciplina. Dividen camerinos.
Cual cenicientas del deporte, solo por jugar al fútbol las “princesas” son señaladas desde niñas por una sociedad que estereotipa, injusta y machista. Pero no cesan de luchar, persiguen sus anhelos como al balón y corren, saltan, se barren, se deslizan y hasta vuelan en pos de ellos. Se ensucian el uniforme. Las más afortunadas reciben viáticos apenas y a penas decentes, y la mayoría ni eso. Entonces, tienen que trabajar en otros oficios y, por aparte, dedicarles horas en madrugadas y/o noches a los entrenamientos con sus equipos aficionados del ámbito local y/o selecciones nacionales.
Ellas no viven del fútbol, pero se esfuerzan al 100% en las prácticas y en los partidos, particularmente cuando visten la casaca roja, y con esa actitud compitieron en mundiales sub-17 y sub-20, muchas incluso ya disputaron un mundial mayor más que decoroso, y están en ruta hacia los Juegos Olímpicos. No hay príncipes azules ni palacios, sino logros personales y colectivos, así como estadios de categoría mundial, torneos de élite. Y, sí, quizás las mejores tengan la posibilidad de seguir los pasos de “Su Majestad” Shirley Cruz, la reina del fútbol costarricense en general, incluidos hombres y mujeres (cuando Keylor gane una Champions , se sentará junto a ella).
Ellos, en cambio, viven del balompié, no tienen más ocupación que jugar y devengan jugosos ingresos. Sin embargo, cuando se ponen la tricolor, parecen aficionados. Eso sí, algunos pertenecen a la generación más regular en la historia del fútbol tico, porque con cuatro técnicos diferentes hicieron lo mismo: fracasaron en sub-17, sub-20 y sub-23. ¡Qué diferencia!