Existe eso que se llama “dignidad”, y existe eso que se llama “amor no correspondido”. Ante la segunda, infortunada circunstancia, hay que invocar enérgicamente la primera noción. Por dignidad y auto-respeto, debemos saber hacer mutis discretamente por el foro, cuando constatamos que nuestra devoción no es correspondida.
La afición merengue adora a Keylor, pero está claro que Florentino Pérez no comparte este fervor. Tanto peor para él, pomposo burocratilla glorificado, especie de déspota administrativo acostumbrado a brillar con la luz prestada de “sus” estrellas. Baja el pulgar, y su gladiador es ejecutado, lo alza y la vida le es perdonada. ¡Ave Caesar, morituri te salutant!
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¿Quiere tener en su pulpería al ordinario, irregular, intermitente De Gea, que en la Eurocopa tragó goles inaceptables ante Croacia e Italia? ¡Pues que lo envuelva en papel satinado, le ponga un primoroso lacito rosa y se lo auto-envíe! De Gea es un arquero del montón: no cubrió su poste en el gol del croata Perisic, y el tiro libre del ítalo-brasileño Eder se le enredó, la bola quedó suelta, y Chiellini lo fusiló.
De Gea no tiene liderazgo en su selección, no sabe alertar a su defensa (ojo al gol a quemarropa de Kalinic) y es eminentemente vulnerable. Un porterito, a lo sumo, correcto. Nada por lo que debamos pirrarnos. Pero si eso es lo que Pérez quiere, pues que se dé gusto.
Keylor ya ganó con el Real lo que tenía que ganar. No tiene nada que probarle a nadie. Hizo la parada de la liga: voló de palo a palo y, en cámara lenta, desvió, a brazo cambiado, el insidioso, perverso disparo de Messi que buscaba su ángulo superior izquierdo con inexorabilidad de ave migratoria. Fue la foto del campeonato. Después de eso, y sabiendo que Pérez suspira por De Gea, lo único digno, correcto y decoroso, es hacerse a un lado.
El Real siempre ha sido un arma de doble filo: catapulta a sus figuras a la fama imperecedera, o las castra, las agosta, las esteriliza (Eusebio, Paul Breitner, Óscar Ruggeri, Michel Owen, Freddy Rincón, Eto´o, Kaká).
Keylor debería irse: hay cuadros de primer orden que darían cualquier cosa por él. De nuevo, la palabra clave es “dignidad”. Sin ella, la vida es una permanente y deshonrosa genuflexión, mendicidad de vítores y titulares. Eso no es para Keylor Navas.