Estoy seguro que si el clásico español fuese este fin de semana, Keylor Navas estaría en la puerta blanca, cual ángel guardián, intentando que su aura de santo alcance para impedir al menos el triunfo del rival.
Entonces, ¿por qué no estará en el Nacional, donde su país entero lo ha convocado? Porque Florentino Pérez, el hombre que lo puso a las puertas de un avión para Manchester, ahora lo tiene como su santo de la buena suerte y no quiere que ese amuleto pueda ser víctima de algún conjuro del destino en la lejana América.
Y lo peor es que tendremos que acostumbrarnos a ello. Keylor ya no es nuestro, sino de Florentino. “Del madridismo”, diría éste, que es algo así como decir “un patrimonio de la humanidad”, porque el virus y la leyenda del Real Madrid están en cada rincón del planeta donde se tenga afición por la pelota de fútbol.
¿Podemos culparlo a él? ¿Se olvidó de nosotros? ¿ La “estrellitis” se le fue a la cabeza? Diría que no. Así como ya no es dueño de su imagen, de su vida pública, de comerse unas tapas en “La Esquina de Manolo”, tampoco lo es para plantarle la cara a Florentino, que lo quiere fresco y descansado para un clásico que también ha pasado a la lista de eventos planetarios.
Navas no alcanza aún la estatura suficiente para decidir libremente si va o no a una convocatoria de Selección. ¡Si el presidente se da el lujo hasta de cachetear al propio Ronaldo, como reclamo por haber dicho que podría irse a otro club, y justo en el momento en que iban a salir a jugar contra el PSG!
Tan fresco está aquel lunes en que Keylor tenía un pie en el avión del exilio que, a pesar de su extraordinario desempeño, el Míster es capaz de recordárselo con solo un retorcer de ojos. Navas, por supuesto, está viviendo su sueño, y no se le puede culpar de nada, menos de sentirse indispensable para un partido por el que cualquier futbolista pagaría por jugarlo, aunque fuese una vez en su vida.
Yo lo absuelvo de toda culpa. Espero que siga en la puerta blanca con el prodigioso desempeño de estos días felices. De esa manera, pronto estará a la altura de Ronaldo o Ramos, y don Florentino será incapaz de llevarlo a otro aeropuerto para montarlo en el avión del exilio. Entonces, más bien, lo esperará en la escalinata, rezándoles a los mismos santos a los que reza Navas, para que su guardián blanco regrese intacto.