A sus 26 años ya tiene varias historias que contar en el futbol nacional. Aquel joven que en el 2002 vivía como un aficionado más, apoyando a su amado Santos de Guápiles en la final contra Alajuelense, mañana podría estar defendiendo la camiseta caribeña pero dentro del terreno de juego, contra Herediano.
En noviembre del 2003 llegó al equipo de sus amores y comenzó a escribir páginas como jugador de Primera División, sin sospechar que se convertiría en su casa por muchos años.
Así es como poco a poco se fue ganando la confianza de cada entrenador que tuvo, y su nombre comenzó a sonar fuerte.
Pero como en toda relación amorosa, hay difíciles pruebas que superar en algunos momentos.
En el caso de Esquivel, en la temporada 2007-2008 vivió el trago amargo de un descenso, pero le puso el pecho a las balas a pesar de tener una oferta en aquel momento para fichar con el Puntarenas FC.
“En ese momento muchos jugadores se fueron, como era obvio, pero a algunos se nos respetó el salario y el contrato y decidimos quedarnos jugando de Segunda”, recordó Esquivel.
Una temporada más tarde Santos regresó a la máxima categoría, de manera inmediata.
“Esto es como un sueño. Me imagino el estadio lleno de guapileños apoyándonos. Llevamos una desventaja de dos goles, pero haremos todo lo posible por cambiar la historia y darle una alegría a este pueble que se lo merece”, dijo el defensor.
Aunque se siente cómodo jugando de volante de contención, Esquivel aseveró que siempre se entrega al máximo en cada puesto que le toque jugar.
Además, el zaguero tiene una razón extra para estar motivado, al anunciar que será papá. Su esposa Natalia Sandoval tiene cuatro meses de embarazo, otro factor para intentar la hazaña mañana.