Ganar la “Orejona” fue la obsesión del Real Madrid durante toda la temporada, la cual acabó ayer.
Todo el dinero, todo el impulso, todos los deseos estaban enfocados en obtener la bendita “décima”, que se les escabulló desde el 2002 cuando Zinadine Zidane se metió en los libros con aquel zurdazo.
De ahí que desde que los merengues saltaron a la cancha en el primer partido de la fase de grupos, en el “Infierno de Estambul” frente a Galatasaray, decidieron enviar un mensaje fuerte y claro.
Ni en la liga ni en la Copa del Rey arrancaron con tanta fuerza.
Con seis goles y un completo paseo gritaron que el pie estaría pisando el fondo del acelerador hasta el día de la celebración. Así fue. Principalmente el de la estrella portuguesa Cristiano Ronaldo .
En esa primera ronda no hubo quién los detuviera. Ni siquiera el otro favorito, Juventus, que a duras penas rescató un empate en Turín.
Por lo demás, todo fueron juegos cómodos y solventes, con posesión de pelota blanca y con cosecha de anotaciones para el luso, que para ese instante ya llevaba nueve en su cuenta personal y amenazaba el récord de 16 alcanzado unos años antes por su némesis, Lionel Messi.
Nunca hubo ni una duda de que el Madrid saldría bien librado del bloque. Es más, ya por ahí del tercer juego se sabía que sería líder.
Ruta por Alemania. Sin embargo, como si hubiese estado escrito en las estrellas de los otrora galácticos, los sorteos demarcaron que la ruta hasta la final de Lisboa tendría tres paradas en Alemania, territorio donde los merengues sufrieron a lo largo de su historia.
Con una marca de un triunfo (logrado en el 2000), cinco empates y 16 derrotas desde su primera visita a suelo teutón para un duelo oficial, desde 1966, llegaron a Gelsenkirchen, contra el Schalke 04.
El estigma se rompió en quién sabe cuántos pedazos tras otra paliza demasiado convincente de 1-6. La vuelta fue un mero trámite.
Luego fue el turno de ir a Dortmund, adonde fueron eliminados en la campaña 2012-2013. La serie se sazonó con el término “revancha”.
Allí sufrieron por única vez antes de llegar a la final. Perdieron 0-2; no obstante, sobrevivieron por haber hecho la tarea en su casa.
Y después, Múnich. La casa del campeón, del fútbol de Guardiola. Pero el desenlace fue la consolidación definitiva como máximo candidato, tras un sorpresivo 0-4.
Faltaba ya solo un escollo: su vecino, el que le “robó” el único título que se le fue en la campaña, el Atlético de Madrid. Casi, casi, casi se le va, pero aguantó. El dinero, el impulso y los deseos pudieron más.