Costa Rica está muy lejos de ser la “primera potencia” del mundo, ya que no es la mayor economía, no tiene las fuerzas armadas más poderosas, no posee un arsenal nuclear capaz de borrar la vida de la Tierra, no tiene posibilidad de subsidiar a sus productores ni el derecho a veto en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.
Sin embargo, esta nación, crisol de culturas, sí es, quizás, la mayor potencia moral de la Tierra, porque decidió prescindir de las armas, tiene índices de desarrollo humano que compiten con los de países desarrollados, protege un alto porcentaje de la biodiversidad mundial, ha sido capaz de sobrevivir en el subdesarrollo gracias a un Estado social y democrático de derecho y sigue creyendo que en la salud y la educación universal está la alternativa para superar la exclusión social y la pobreza.
Este es el momento del diálogo, ante la inminente aprobación del Tratado de Libre Comercio con los EE. UU. Es preciso recordar que, no obstante las ventajas o desventajas que represente este acuerdo para diversos sectores, el Gobierno tiene la responsabilidad histórica de encajarlo en una legislación, muchas veces compleja y obsoleta, que, pese todo, hace énfasis en el bienestar de la ciudadanía.
Nubarrones negros. El pasado 22 de noviembre, se cumplieron 43 años de un golpe de Estado cuyos detalles nunca han salido a la luz: el asesinato del presidente de EE. UU. Johnn F. Kennedy. Aunque la derecha norteamericana, que hoy gobierna, ha hecho hasta lo imposible para ensuciar la memoria de este líder, su legado persiste.
Desde la muerte de Kennedy, de su hermano Robert y de los líderes afroamericanos Martín Luther King y Malcolm X, sobre las instituciones de EE. UU. se ciernen nubarrones negros, como los que intentan ocultar el apoyo de ese país a las dictaduras genocidas de Latinoamérica, el desastre de Vietnam, la intervención sistemática en los asuntos internos de otros países, la mentira que sustentó la invasión a Iraq o las vergonzosas torturas a prisioneros en las cárceles de Medio Oriente.
Aunque el presidente Bush construya muros para alejar a los emigrantes, Costa Rica debe sentar las bases de una legislación fuerte, llámese Agenda Complementaria o proyecto país, que asegure que nuestra inclusión, como potencia moral, en la esfera de influencia del gigante del norte, no va significar el fin del Estado social y democrático de derecho o de la economía social de mercado, que han impedido el abismo social que desangra a naciones hermanas.
Cuesta arriba. Se abren muchas oportunidades para sectores de la economía que son exitosos pero, a la vez, el escenario se pone cuesta arriba para otros que no son competitivos.
Es momento de destacar y promover nuestras ventajas comparativas y competitivas, que son parte de nuestra riqueza como potencia moral y ecológica.
El Gobierno, la oposición y los sindicatos deberán ahora sentarse a pensar en esa Costa Rica justa, solidaria, libre, democrática y pacífica que todos sus ciudadanos anhelan.
Si para asumir este reto es necesaria la aprobación de un acuerdo comercial, entonces, bienvenido sea, porque ya el estancamiento y la añoranza del pasado no servían para dar trabajo y comida a las nuevas generaciones.