A mediados de agosto de 1934, en el periódico La Prensa Libre, un cronista anónimo, que publicaba con el seudónimo de el Viejo, dio a conocer un breve, pero muy curioso escándalo, ocurrido en la Costa Rica de 1895.
El epicentro de todo fue un respetable establecimiento comercial denominado “Uribe y Batalla. Tienda de Novedades”. Tal local era “famoso” por los “artículos de lujo” que ofrecía “para las gentes de buen gusto y de la alta sociedad”.
Ubicado en pleno centro de San José (cerca de donde está hoy el Banco Central), “un buen día”, en el escaparate de ese comercio, “entre las gasas y las sedas expuestas, apareció un mármol de la Venus de Milo”. Inmediatamente, se activaron las alarmas, “anunciándose de boca en boca que en aquellas vitrinas había en exhibición una mujer desnuda”.
Casi al mismo tiempo que la Venus atraía a decenas de curiosos, las maestras prohibieron a sus alumnas pasar por la calle donde se encontraba Uribe y Batalla, “y menos por frente de la mencionada vitrina”. A su vez, los padres de familia amonestaron severamente a sus hijos; y un grupo de “damas de lo más respetable de la población se organizó en una cruzada enérgica para contrarrestar aquella inmoralidad”.
Por entonces, el Viejo era un “gamín de 10 años”, y según lo que él mismo relata, pese a que se le amonestó y se le prohibió llegar a la vitrina en donde se exhibía una mujer desnuda, más ligero hubo de desobedecer, y fue, pero ya esta había desaparecido; “estaba guardada dentro de los escaparates y convenientemente cubierta”, de manera que se frustraron sus planes.
Tal decepción fue resultado de las quejas de los josefinos que se sintieron ofendidos por la exhibición de la Venus. Sus reclamos lograron que las autoridades policiales intervinieran y convencieran a los dueños del establecimiento de retirar el mármol de la vitrina.
Con el propósito de darle una solución definitiva al asunto, una de las señoras que participó de la protesta contra la Venus, organizó una contribución, iniciativa que tuvo un rápido éxito. Gracias al dinero recaudado, se pudo “adquirir aquella inmoralidad y destruirla, como en efecto se hizo pocos días después”. En las propias palabras de el Viejo, “se pulverizó el mármol para que no dejara el menor rastro y se mantuviera incólume la moralidad de los vecinos”.
Al reflexionar sobre lo ocurrido casi cuarenta años atrás, el Viejo atribuyó a la falta de compresión de las gentes de esa época la destrucción de ese “desnudo artístico” exhibido por Uribe y Batalla.
Podría parecer que el episodio de la Venus evocado por el Viejo pertenece a un pasado tan distante que ya no puede alcanzar a los costarricenses; pero la verdad es que todavía no está suficientemente lejos: en la Costa Rica actual todavía se utiliza ampliamente el expedito método de la pulverización para salvaguardar la moralidad. La diferencia principal es que ahora ya no solo se pulverizan mármoles.
El autor es historiador.