La cordialidad es un elemento central para la calidad de la vida ciudadana. La amabilidad, la sinceridad y el respeto en el trato deben manifestarse en la colaboración y aprendizaje cooperativo. Esa colaboración no significa uniformidad. Supone respeto a la libertad.
Una sociedad democrática es abierta y plural. El diálogo es artesanía. Arte y técnica. Merece la pena leer el primer párrafo de la declaración del destacado jurista Robert P. George y del filósofo afroestadounidense Cornel West acerca de la verdad, la democracia y las libertades de pensamiento y expresión: “La búsqueda del conocimiento y el mantenimiento de una sociedad libre y democrática requieren el cultivo y la práctica de las virtudes de la humildad intelectual, la apertura mental y, sobre todo, el amor a la verdad. Estas virtudes se manifestarán y fortalecerán por la voluntad de escuchar atenta y respetuosamente a las personas inteligentes que desafían nuestras creencias y que representan causas con las que no estamos de acuerdo y puntos de vista que no compartimos”.
Para el filósofo Higinio Marín, la amabilidad es la forma más modesta pero eficaz de contribuir al bien común y de extender una cierta concordia elemental y necesaria para la convivencia en paz. Sin urbanidad ni gentileza es imposible la coexistencia respetuosa.
Marín señala también que las disputas políticas degeneran fácilmente en hostilidades pasionales. Para el sociólogo alemán Theodor W. Adorno, la cortesía expresa nuestra disposición a valorar al otro con independencia de nuestros intereses.
En los modales hay algo de justicia elemental. Las personas merecen un ejercicio elemental de amabilidad desinteresada que las dignifique. Lo contrario es incivilidad. “Hoy sabemos que el innegable origen aristocrático de los modales se ennoblece realmente cuando se extiende entre el común de los ciudadanos, es decir, cuando se hace extraordinario lo ordinario. Esa es la fuerza con la que los modales dan consistencia moral a los sistemas democráticos”, subraya Marín.
Debemos oponernos a silenciar a aquellos con quienes no estamos de acuerdo o no tienen las mismas perspectivas. Una buena razón para escuchar es reconocer que podemos estar equivocados. Esto ayuda a profundizar la comprensión de los asuntos. Incluso la capacidad para defenderlos.
De la declaración de George y West, se colige que ninguno de nosotros es infalible. Nuestra voluntad de escuchar e involucrarnos respetuosamente con aquellos con quienes no estamos de acuerdo contribuye de manera vital al mantenimiento de un entorno en el que las personas se sienten libres para decir lo que piensan, considerar posiciones impopulares y explorar líneas de argumentación que pueden socavar las formas establecidas de pensar.
“Tal ethos nos protege contra el dogmatismo y el pensamiento grupal, los cuales son tóxicos para la salud de las comunidades académicas y el funcionamiento de las democracias”, agregan George y West.
Aulo Gelio, abogado y escritor romano, decía que la verdad es hija del tiempo. Para verdades el tiempo. Se dice que la verdad futura dependerá de lo que cada uno contribuya a su desarrollo y expansión. Al crecimiento de la humanidad.
George Orwell en el prólogo de Animal Farm afirma que la libertad significa el derecho de decirle a la gente lo que no quiere oír. El filósofo Jaime Nubiola le da un giro interesante: “Libertad significa el derecho de decir a la gente amablemente, con cordialidad, lo que no quiere oír”.
La lógica consecuencia del amor a la libertad es el pluralismo. El monopolio de lo políticamente correcto es un atentado contra el espíritu de una auténtica libertad. Una discusión puede ser cordial, civil y franca. La cordialidad tiene mucho que ver con la elegancia. Detrás de un comportamiento elegante, hay una inteligencia despierta y una voluntad firme.
La autora es administradora de negocios.