El ser humano no es perfecto y, por lo tanto, puede eventualmente caer en errores y desaciertos. No obstante, es de personas sensatas el buscar la solución a un error ya cometido.
Lo anterior se debe a la respuesta que recientemente le ofreciera el Sr. Fernando Goñi, director a. i. del servicio civil, al profesor Luis Hernández, ante la solicitud dirigida a él, en la que el docente solicitó que se corrigiera la garrafal y perjudicial equivocación cometida en su contra en el proceso del reclutamiento docente 2009 y que fuera la de extraviar sus documentos y dejarlo fuera de la lista de oferentes sin posibilidad alguna de optar por un trabajo fijo en el Ministerio de Educación.
En la columna del periódico El Faro, en el que escribe el comediante de LosInsolentes, Hernández explicó a sus lectores la gravedad de su caso: “Por una severa equivocación ajena a mí y en la cual no pesa ninguna responsabilidad de mi parte, simplemente me dejaron fuera de un sistema 'teóricamente justo' y que calificaba de acuerdo a las leyes de la competitividad y el democrático nivel oportunidades”.
Respuesta insuficiente. Ante ello, la respuesta ofrecida por el Servicio Civil fue tal cruel como carente de sentido pues se eximía de toda responsabilidad ya que adujeron que el periodo de apelaciones y reclamos había pasado. Lo que le dejaría, por los antecedentes del mismo proceso, al menos tres años fuera de toda posibilidad de conseguir una plaza en el MEP.
O sea que, si accidentalmente extraviaran los papeles de 30, 40 o 50 docentes, y ninguno se presentó a reclamar el error cometido en su contra, en el breve plazo que ofrecieron, en este momento habrá unas 30 familias con miembros desempleados de dos a tres años aproximadamente por la simple negligencia de algunos funcionarios del gobierno, los cuales, escudados en un aparato legal protector ven gratificada su negligencia.
Ante casos como el antes expuesto, lo lógico y razonable sería que por detectado el error se solucionara de manera inmediata para bienestar del ciudadano ofendido y no se le dijera que espere al siguiente concurso como le pasó al profesor antes mencionado.
Sin embargo, por el momento y de acuerdo con este modelo inoperante, la frase “en Costa Rica se hacen valer nuestros derechos”, es tan bonita como utópica ya que nada se puede hacer valer si esos derechos violentan el sentido lógico de las cosas y atentan directamente contra los principios básicos de la razón.