Desde 1905 ha estado ahí, elegante testigo del paso del tiempo en la capital, que ha traído progreso, pero también destrucción de la identidad histórica en la alguna vez considerada ciudad más hermosa de Centroamérica, casi a mediados del siglo XX. El mismo tiempo, y la indiferencia de sus propietarios, fueron opacando el brillo de sus formas y de su marcado acento art noveau. Un litigio entre los herederos provocó el abandono absoluto de este magno inmueble, declarado como patrimonio histórico arquitectónico en 1998.
En los últimos años, sus más fieles admiradores hemos presenciado la toma de la casa por habitantes de las calles, estudiantes que buscaban hacer alguna travesura y hasta algún ciudadano irresponsable que intentaba robar alguna de sus piezas.
La casa Jiménez de la Guardia parecía estar sentenciada a caer pedazo a pedazo, a colapsar en el olvido para que su terreno terminara albergando a algún parqueo. El Centro de Patrimonio, del Ministerio de Cultura y Juventud y algunos de los “amigos” de la casa, colocamos en varias ocasiones cadenas y candados para evitar que continuara siendo víctima de constantes saqueos. Pero, tarde o temprano, se violentaba el ingreso al edificio y día a día se anunciaba su fin.
Preocupado, mis denuncias al Centro de Patrimonio se hicieron costumbre y entonces recurrí a las redes sociales como mecanismo para hacer presión, si no, al menos, catarsis.
Un perfil con información y fotografías en Facebook (Casa Jiménez) resultó efectivo para reclutar adeptos, tanto que posteriormente, aparecieron dos páginas más en la misma plataforma web.
La gente empezó a manifestarse, las organizaciones dedicadas a velar por el patrimonio hicieron su parte y, finalmente, el Centro de Patrimonio anunció, en setiembre anterior, que se haría una intervención de emergencia.
Aunque la restauración no es completa, pues se limita a la fachada y el techo, tanto de este inmueble como de su vecino, el edificio Maroy, es fundamental, ya que salva la casa de su desaparición al asegurar el compromiso del Ministerio de Cultura de preservarla, evitando con ello su eventual demolición.
Hoy, la casa Jiménez de la Guardia cuenta otra historia diferente a la de otros inmuebles que sucumbieron en el olvido.
Como muchos ciudadanos agradecidos por la protección de la evidencia histórica, aplaudo la noble decisión del Centro de Patrimonio. La casa está ahí, cada día recobra su esplendor. Seguirá siendo ese elegante testigo del paso del tiempo en una urbe que, aunque sufre de una ya crónica crisis de identidad, insiste en recuperar su antigua belleza, luciendo algunas de sus más preciadas joyas, entre ellas, esta pieza única e irrepetible.