Los abundantes medios de comunicación, llámense computadora, Internet, teléfonos inteligentes… son apenas un instrumento de trabajo, no un instrumento de vida. Nunca como ahora las nuevas generaciones están solas, lejos de sí mismas, carentes de vida interior que las alimente. Además, se han vuelto sedentarias, casi autistas, y llegará el momento en que pierdan la comunidad lingüística propia para comunicarse utilizando términos medios pronunciados en español.
En otras palabras, estamos perdiendo el idioma. Si a esto se agrega el consumismo, el sinsentido de la vida y la pérdida de la conducta moral, más el indiferentismo y el afán de volverse rico de la noche a la mañana, pronto caeremos en un callejón sin salida. Asimismo, cada día están más lejos la verdad y la responsabilidad personal y social.
Aprovechemos la Semana Santa para imprimirle a la vida, incluida la vida política, más comprensión y espíritu de servicio, más rectitud moral y, sobre todo, más amor a Dios y al prójimo. Otros queremos y debemos corresponderle como hijos suyos muy amados y salvados por Cristo, garantía de la vida eterna. La nuestra es una sociedad necesitada y agradecida de ideales que le den confianza y seguridad. Por muchas razones, conviene cultivar la fe, a fin de subir la temperatura humana y espiritual del país, como lo está esperando.
En este tiempo de meditación, vale la pena recordar las palabras del papa Francisco a los líderes congregados en Davos, Suiza, a principios del 2014: “Les pido se esfuercen para que la humanidad se sirva de la riqueza y no sea gobernada por ella”.
En estos días de Semana Santa pensemos en cómo debe ser nuestro futuro.
El autor es abogado.