En días recientes, muchos medios y usuarios de redes sociales han comentado enérgicamente sobre los operativos realizados por la Policía Municipal de San José para “regular” la reventa de entradas para el juego de fútbol de Costa Rica contra Estados Unidos. El Chavitico, un perfil popular en Facebook, lanzó incluso una campaña contra la reventa con una frase que atrajo más de 600 likes : “Si 35 mil ticos le dimos la espalda al fair play , 15 mil quedamos fuera por la reventa.... ¡No a la reventa!”.
Este descontento parece surgir del hecho de que el precio de las entradas se ha disparado por culpa, supuestamente, de los “malvados” e “informales” revendedores. Al igual que muchos intermediarios, los revendedores son señalados como los culpables del incremento del precio de las entradas y, por ende, de lucrar a costa del sufrimiento de los fanáticos de la Sele que se quedan fuera del estadio.
Sin embargo, las entradas al partido, lo mismo que cualquier bien, responden a las señales de relativa escasez que envía el mercado. Si el precio sube, no es por culpa de los revendedores, sino porque el precio inicial de venta de las entradas no refleja el precio que las personas están dispuestas a pagar por un espacio en el estadio. Si la Policía Municipal lo permitiera, el mercado secundario de entradas resultaría en una mayor probabilidad de ingreso para quienes dan más valor a un espacio en el estadio.
El aplauso en las redes sociales a la intervención de la Policía Municipal plantea, al menos, dos problemas que valdría la pena comentar:
Sin alternativa. Primero, sin reventa, ¿cuál es la alternativa? Quien emite las entradas, simplemente no tiene ni puede adquirir el conocimiento de las escalas de preferencia de cada individuo como para saber quiénes están dispuestos a ir al partido y a qué precio. Es imposible, entonces, fijar un precio “óptimo” para la entrada que, ordenadamente, cause que la última persona que esté dispuesta a ir al partido sea la persona que compre la última entrada.
Sin reventa, las entradas quedarían en posesión de los patrocinadores y personas que las reciben primero, y que, posiblemente, no tengan gran interés en presenciar el partido, o que estarían dispuestas a dejar de ir por un precio mayor al valor nominal de la entrada que le tocó. Es muy probable, además, que las entradas queden entre las personas más allegadas a la Federación o a la compañía vendedora. ¿Le parece a usted que este arreglo es más justo que entradas más caras, pero libremente transadas entre los fanáticos más ardientes de la Sele ?
Disminución de oferta. Segundo, ni El Chavitico ni los demás comentaristas en redes sociales han tomado en cuenta que la Policía Municipal es la que está dejando a ticos fuera del partido. Al confiscar las entradas en posesión de los revendedores, automáticamente se disminuye su oferta. Como a menudo ocurre con las políticas públicas que ignoran o intentan reemplazar el mercado, los operativos de la Policía Municipal podrían causar la entrada de más revendedores al negocio, pues el precio de cada boleto tenderá a subir conforme se confisquen más y más entradas.
Finalmente, me pregunto sobre lo que ocurrirá con las entradas confiscadas. ¿Se quedarán en una gaveta policial, en algún departamento municipal de San José o serán repartidas entre allegados municipales para que no se “desperdicien”? Supongo que nunca lo sabremos.
Más que odiar a los revendedores, los verdaderos fanáticos de la Sele deben apoyar sus esfuerzos. Los revendedores, como cualquier intermediario en un mercado, prestan el valioso servicio de hacerles llegar las entradas a quienes más las valoran, que en este caso serán los más “fiebres”. Así como se valora el fair play en el f justos con ganan la vida nadie, ue s con quienes prestan un servicio sin coaccionar a nadie, sin robarle a nadie y sin obigar a útbol, seamos justos con quienes se ganan la vida prestando un servicio sin robarle o coaccionar a nadie.