Llega la campaña electoral y con ella se instala en la conducta de una buena parte de los políticos –sea que estén en la función pública o en la oposición– el oportunismo: no quieren perder el voto de nadie y, para ello, prefieren entrar en una etapa de hibernación sin hacer nada, ni decir nada comprometedor. No importa si se abandona el deber de asumir posiciones, impulsar acciones y resolver problemas. Lo importante son los votos.
Ahora, por ejemplo, unos y otros no quieren saber nada de introducir la racionalidad en el pago de los pluses salariales del sector público; de las convenciones colectivas en las instituciones, mejor ni hablar; y de establecer una escala salarial para los altos mandos, mejor hacerse a un lado.
La más reciente salida a los medios del presidente de la República, Luis Guillermo Solís, para oponerse a un anteproyecto de ley –salido de la propia Casa Presidencial–, que busca establecer una escala salarial con pago único a la alta jerarquía del Estado, es un ejemplo de las más lamentable pendejera oportunista.
Necesidad. Es evidente la necesidad de pagar a cada quien según su cargo: al presidente como tal; a los ministros, diputados, magistrados y otros cargos, también como tales. No es sostenible pagar a un simple gerente de banco público como a un gran petrolero y al presidente de la República menos que a un director de segunda categoría de una institución autónoma.
Si al mandatario la escala propuesta la parece excesiva, está bien, debe decirlo, y sus colaboradores ajustarla al monto que a él le parece razonable, pero de ahí a irse en contra de un proyecto necesario es un acto de populismo inaceptable.
La importancia de este proyecto –que pone orden lógico en el monto de las remuneraciones según el cargo– va más allá de la materia que ahora regula; es el primer paso en el necesario proceso de establecer en el sector público el salario único, que termine con pluses y privilegios y establezca una tabla de salarios únicos para el sector público en su totalidad, no solo para el Poder Ejecutivo.
Reacción comprensible. Comprendo que al extenderse la propuesta de regulación contenida en este proyecto –del que el presidente asegura no haber sido informado– a los funcionarios de otros poderes del Estado y a otros entes y órganos públicos, la reacción de quienes se puedan sentir afectados, porque se les baja el salario en tanto al presidente se le mejora, haya sido –al menos en privado– virulenta. Nadie quiere ganar menos, pero para eso el mandatario debe ser un líder para enfrentar estas y otras reacciones cuando de tomar decisiones se trata.
En mi opinión, el proyecto debe seguir adelante –aun con la oposición del presidente–. Es un paso en la dirección correcta y si, una vez aprobado resulta que el salario del presidente se incrementa, a don Luis Guillermo le queda una vía sencilla para no beneficiarse: donar el monto del aumento a una organización de servicio social. Así se resuelve el problema actual sin que reciba un salario que hoy no quiere.
El autor es abogado.